Transoxiana Preprint SeriesEstudios y Reportes Preliminares |
ContenidosISSN 1666-7050 |
Dicen Phillipe Arriés y Georges Duby con respecto a la muerte:
Nadie debe temerla, pero aquellas (se refieren a las hechiceras) que conocen sus misterios dan miedo. Lo mismo que el sexo, la muerte forma parte del ámbito de lo sacrum. Suscita temor y estremecimiento, porque nunca se sabe el mal que los muertos pueden hacer a los vivos, pero, al mismo tiempo, es necesario matar para vivir, como lo prueba la práctica de los sacrificios humanos todavía en vigor durante el siglo VI entre los francos, y sobre todo porque la guerra constituye una obligación para la supervivencia de la tribu.
El ritual de la muerte es por tanto el del alejamiento, el de la distancia del temor y el respeto. Los vivos crean entonces un mundo de los muertos aparte, el cementerio, que se halla siempre lejos del poblado y de los lugares de habitación.
Estamos entonces ante una actitud diferente, un cambio que implica una nueva forma de “ubicar” a los muertos. Esta ubicación diferente en el espacio, necesariamente se corresponde, o es consecuencia, de un cambio en la concepción en un nivel más profundo.
Arriés y Duby nos hablan del medioevo, pero vean que la práctica romana era por otra parte idéntica, ya que las tumbas se sucedían unas a otras a lo largo de sus vías, fuera de los muros de la ciudad. En cambio, los germanos ubicaron sus cementerios en zonas rurales, y de tipo particular. Cerca de una fuente de agua, en las laderas sur de las colinas. Todavía entre los siglos V y VI se practicaba la incineración en los cementerios del Norte, de origen sajón o franco, y esta práctica tenía por finalidad impedir que los muertos volvieran para atormentar a los vivos. Cuando se plantaban arbustos espinosos sobre las tumbas era por la misma razón, fijar al muerto en su mundo. Vean que aquí también están separados, quizá en una forma más naturalista, con recurrencia a métodos de protección más rudimentarios y cercanos a lo mágico.
En la Edad Media a los herreros se los enterraba con sus herramientas, eso era debido a que conocían el arte de dominar el fuego y los metales. Eran considerados seres particulares, una clase aparte, con aptitudes, podríamos decir, brujeriles. Esto les daba un estatus dentro del ámbito de lo sagrado y por eso se los colocaba en un lugar apartado del cementerio. En general, en esta época a todos se los enterraba con sus utensilios particulares, pero no a todos se los destinaba a un lugar apartado.
La relación entre vivos y muertos estaba marcada por una clara ambivalencia, lejana y cercana al mismo tiempo. En lo que sería hoy el norte de Francia se hallaron tumbas medievales en las que se habían depositado caballos sacrificados, práctica ésta conocida entre los indo-europeos, pero también se hallaron ciervos, que eran símbolo de realeza. En todos los casos podemos encontrar talismanes que incorporaban el elemento mágico que detendría al muerto en su tumba. Por ejemplo: el ámbar, colmillos de jabalí, caninos de oso. También piedras raras con virtudes tutelares que alejaban a los demonios. Se creía que los dientes de animales salvajes (ocurren también con lo óseo en general) tenían el poder de conservación de las fuerzas personales.
El temor a los muertos traía indefectiblemente la necesidad del apaciguamiento, para eso se embalsamaba muchas veces con mirra y aloe. Aunque esto lo practicaban las familias ricas, cada clase social hacía uso de los recursos que tuviesen a su alcance para evitar un efecto negativo, como podría ser la maldición del difunto. Por ejemplo, el hecho de conducirlo a su destino final con los ojos vendados para que su mirada no transmita el mal. Para tranquilizarlos, realizaban banquetes funerarios, se trataba de lo que se ha denominado una comunión entre vivos y muertos, era un compartir en comunidad. Esta práctica se realizó hasta el siglo XI. Luego se adicionaron cantos y danzas para conjurarlos. Era también una forma de calmar la angustia de los vivos. Pero, hacia falta la toma de precauciones adicionales: que los vivos no violaran las tumbas. Ya sabemos que esta costumbre se ha repetido en casi todas las culturas con el fin de robar los elementos que se depositaban junto al cuerpo, pero se creía que además podían tener consecuencias en el plano espiritual, en otros términos, se corría el riesgo de despertar la ira del muerto. Podía ser nefasto: el individuo despojado perdía su condición y por otra parte, podía regresar para atormentar a los vivos.
De aquí devino, en la Alta Edad Media, la creencia en los fantasmas nocturnos, que serían los muertos descontentos que se desplazaban en forma de cortejo. Esta idea era común entre los galo-romanos y los germanos. El robo de tumbas era un crimen que no sólo despojaba a los muertos sino también a sus parientes. Podríamos ver aquí la indicación de una solidaridad que va más allá de la muerte, y llega a comprenderse que los deudos se sintieran acometidos por el terror cuando uno de sus familiares fallecidos era despojado. Las consecuencias eran mucho más extensas, se llegó incluso a provocar el divorcio del matrimonio, ya sea que el ladrón fuera un hombre o una mujer, al entrar en contacto con el muerto y sus posesiones, esa persona caía automáticamente en un ámbito impuro. Se entendía como un verdadero adulterio con la muerte. Por eso, nos encontramos con el binomio sexo-muerte.
La Iglesia trató de convertir esta angustia con respecto al tránsito a la otra vida en un sentimiento de esperanza. Alrededor del año 750 desaparecen los hipogeos y mausoleos privados, y los cementerios que se instalaban en la periferia del terruño campesino pasan a situarse en los alrededores de la iglesia parroquial. Luego se instalarán en cementerios que rodearán el templo mismo, o sea, estarán en espacio sagrado. Como dice Arriés, la angustia de la muerte privada se desvanece ante la paz de la muerte pública ya que todos los fieles concurrían a la iglesia en los casos de fallecimientos. Vean aquí que lo que cambia es el compromiso de la comunidad, eso genera una especie de sostén para la familia del difunto y al mismo tiempo, un campo de amortiguación para la angustia. Así, el más allá se convierte en una categoría mental, alejándose de los terrores que se engendraban en un mundo imaginario individual. Aquí, el clero se ocupó de transformar esos terrores en esperanza de vida eterna. Ese desplazamiento que se da en el espacio, tiene un correlato en el tiempo, dado que cuando se realizaban los enterramientos en terrenos privados lo que prevalecía era ese sentimiento de angustia y temor que se instalaba en el presente y que ahora, al estar en tierra bendecida, se proyectaba hacia un futuro de vida eterna en el que el miedo se diluía en cierta medida.
Para la época carolingia, final del siglo VIII en adelante, el imaginario continúa el de la época merovingia anterior. Representaciones de animales feroces que devoran a los muertos y demás. Podemos ver que, a pesar de las medidas tomadas por la Iglesia, no habrá gran variación en cuanto a las formas o imágenes que el hombre se hará de la muerte en tanto enemigo.
En su libro Historia de la muerte en Occidente, Arriés menciona el fenómeno del transi, o carroña, que está en directa relación con el cuerpo del muerto. El término viene del verbo transir: “estar penetrado de una sensación que deja helado, que entumece”. Así, el participio transi sería equivalente al castellano: “aterido”, “paralizado”, “entumecido”. Esto ayuda a entender el significado que adoptó en el imaginario medieval tardío. Ya para el siglo XIV, nos encontramos con otro aspecto que aparece en la decoración de las iglesias y los cementerios: la Danza de los Muertos o Danza Macabra. Un autor que trata este tema es Johan Huizinga en su libro “El Otoño de la Edad Media”. Incluso Arriés hace mención al énfasis de Huizinga sobre estos aspectos. En los siglos XIV y XV se destaca el cadáver en descomposición, pero ya en el XVII se plasma la imagen del esqueleto. Este es un cambio importante porque junto con la imagen del cuerpo corrupto se asocia un sentimiento de repulsión. Ya con la imagen del esqueleto, el sentimiento e impresión es diferente.
Hasta se dio el caso de la vulgarización de los objetos macabros bajo la forma de cráneos y huesos a partir de finales del siglo XVI. Habría entonces un reemplazo del tema de lo putrefacto por el de la morte secca. Explica Huizinga que esto se debe a la crisis moral de la época. En estos siglos se produce un cierto silencio con respecto a la descomposición, pero aunque el término transi deja de usarse en el siglo XVI, se mantiene en la poesía. Se trataría del horror a la muerte física y a la descomposición. Se toma la descomposición como un fracaso del hombre y esto da un sentido macabro. Pero veamos el sentido, es más fácil, como dice Arriés si uno analiza lo que entiende por fracaso. Dice que el adulto experimenta, tarde o temprano, el sentimiento de que ha fracasado dado que no consiguió alcanzar las promesas de la adolescencia. Esto se relaciona con el origen de la depresión. Este sentimiento era ajeno a las mentalidades tradicionales campesinas, pero no al hombre rico o instruido de la Edad Media. La diferencia con nuestra idea de fracaso, dice Arriés, es que no la ponemos en relación con la mortalidad humana, pero sí ocurría en la Edad Media. Hacia finales de esa Edad, el hombre tenía conciencia de que la muerte era inevitable y que comenzaba a morir en el momento en que nacía, que el plazo de la vida era corto ya que la semilla de la muerte yacía en nuestro mismo interior. De ahí, que existiera una pasión por la vida. Y será entonces hacia finales de esa época que el hombre tomará conciencia de sí mismo y su destino.
Volvamos un paso atrás, y veamos algo de Huizinga y su visión de la muerte, en especial la Danza Macabra. Hacia el final de la Baja Edad Media, la visión total de la muerte se resume en la palabra “macabro”, que encarna un sentimiento de lo horripilante y lo lúgubre. La palabra aparece primero en francés en el siglo XIV y se considera que la primera vez que es mencionada en relación con la muerte, o al menos registrada, es en 1376 cuando el poeta Jean Le Févre la menciona en una línea de un poema. Así, hacia el 1400 la concepción de la muerte en la literatura y el arte toma la forma de algo espectral y fantástico en relación con un horror primordial hacia la muerte. La visión macabra surge de un estrato psicológico muy profundo de temor, pero fue contrabalanceado por el pensamiento religioso. La idea de la danza de la muerte es el punto central de todo un grupo de concepciones, no es algo que surge espontáneamente o al azar. Es el resultado de un proceso.
Sostiene Huizinga que habría un motivo que aparece en la literatura francesa del siglo XIII en adelante, y que es el de los tres jóvenes nobles que, repentinamente, encuentran a tres hombres muertos quienes les hablan de su pasada grandeza y les advierten de su propio final cercano. Este motivo, de los tres vivos y los tres muertos, establece la conexión con el de la putrefacción y el de la danza macabra. La Danza de los Muertos era bailada, pintada y esculpida. Se realizaba con luces muy tenues, con predominancia de sombras y las figuras tenues estaban amortajadas. Es fácil imaginar el horror que esto producía. Los danzantes no representaban a la muerte misma sino a los muertos. Además, se realizaba una proyección por la cual el vivo, que observa la danza, se ve a sí mismo en tiempos futuros, como un doble aterrador de sí mismo. “Este eres tú mismo”, le dicen los danzantes a los espectadores. Hacia finales del XV la figura del danzante como un cadáver se transforma en un esqueleto. El objetivo es recordar la transitoriedad de la vida terrenal, la vanidad de todas las cosas, y por otro lado, lo que hace es predicar la igualdad social de todos los seres humanos. La muerte nivela tanto los rangos como las profesiones. Pasaremos ahora al tema siguiente y nos centraremos en las formas del imaginario en la Antigüedad y Edad Media.
Ahora debemos volver hacia atrás para marcar otro aspecto que está contemplado en el programa. Se trata de la necesidad del ser humano de enmascarar aquello que teme, el enmascaramiento es de alguna manera la negación de lo que está detrás de la máscara, pero también es una forma de poner en evidencia facetas que son propias de lo temido. Todo esto está relacionado con las funciones de la máscara.
Como bien dice Roger Caillois en un ensayo que se llama “La Sombra de la Máscara”, y que forma parte de su libro Intenciones, sus tres funciones esenciales son disimular, metamorfosear y espantar, y corresponden (dice Caillois que no cree que sea por azar) a las tres funciones del mimetismo en los insectos: camuflaje, disfraz e intimidación.
Si bien él se refiere a las intenciones de aquél que lleva la máscara, nosotros podemos invertir el sentido de la dirección y proyectarlo a la imagen que el hombre cree ver enmascarada. Sin centrarnos aquí en todo el ensayo por razones obvias, quisiera destacar los aspectos que se relacionan específicamente con nuestro tema. Algunas máscaras buscan generar espanto, fascinación a través del miedo. Es muy posible que la confección y utilización de la máscara que asusta, tenga su origen en estas primeras experiencias del hombre en que él mismo enmascara al que se ha denominado “Ser-Muerte” (desde la antropología y la psicología), para luego pasar a utilizar la máscara con otros fines y en otros contextos. La máscara que espanta se relaciona con el mundo de los espectros y los seres de la noche. En muchas culturas hay que conquistar el derecho a llevarla por medio de pruebas iniciáticas, se pasa del estatus de estar asustado al del que asusta. De todas formas, aunque sea ese el aspecto más relacionado con lo que nos ocupa, debemos tener en cuenta que las tres funciones: disimular, metamorfosear y espantar, están unidas y se conjugan. Fíjense que en las primeras etapas el ser humano no sabía qué era eso, lo “otro”, que venía a arrancarle la vida y le adjudica una máscara, hay un anonimato al principio que se corresponde con la función de disimular. Desde lo inconsciente, es muy probable que haya surgido la necesidad de disimular eso por la imposibilidad de enfrentarlo, era algo sin rostro, misterioso e indefinible. Generaba más terror esta cualidad que aquello con que se lo quería disimular, por eso asustaba menos la máscara que lo que estaba detrás. Fíjense que hablamos de Ser-Muerte, todavía no hay en el Imaginario un rostro, una imagen para el horror.
Pero también en la función de metamorfosear encontramos un vehículo, lo monstruoso de la imagen canalizaba las oscuras energías que el ser humano creía que estaban encarnadas en ese “otro”. Imágenes provenientes de otro mundo, dice Caillois que como tales, generaban parálisis y espanto. Aquí está la función de espantar. Esa parálisis tendría un efecto estupefaciente. La máscara es ambigua en tanto oculta y manifiesta a la vez. Si sólo tomáramos en cuenta que aquél que se enmascara intentando ocultarse, tiene la libertad interna de dar rienda suelta a su verdadera naturaleza, y proyectáramos eso al enmascaramiento de la muerte, podríamos ver entonces que el ser humano hizo una transposición, seguramente no consciente del plano humano y terreno, al espiritual.
De una forma u otra, en el pasado o en el presente, todos los pueblos han utilizado máscaras. Hoy, tal vez, su utilización es mucho más sutil y nos hemos quedado con alguna de sus funciones, resignando las restantes. Pero se ha dejado de utilizar la máscara casi en toda cultura salvo en los casos en que ciertos rituales lo exigen o en pueblos en donde todavía los rituales tribales iniciáticos tienen lugar. Sin embargo, es objeto de estudio, no sólo en el arte sino también por parte de la antropología, psicología, mitología y religiones comparadas. La pregunta sería, si el abandono o restricción de su utilización está asociada a su vez a los cambios de percepción de lo “otro” que la humanidad ha tenido. Cabe también cuestionarse si la ansiedad que llevaba a ver a la muerte enmascarada ha disminuido con los siglos, si hemos llegado, en tanto especie, a aceptar mejor ese aspecto o momento de la vida, si hemos madurado en ese sentido o no. O tal vez, lo único que hemos hecho es desplazar la máscara, darle otro aspecto, como imágenes que han ido variando a lo largo del tiempo, hasta tomar la forma de nuestro propio rostro. ¿Qué horror más grande que ver a la muerte como un reflejo de nosotros mismos? La forma humana que debería tranquilizar lleva, aquí, la doble vertiente del misterio y el espanto. ¿Cuál sería el paso siguiente que deberíamos dar? ¿la aceptación de la no-forma acaso? ¿del carácter inefable de la muerte? ¿o cambiar radicalmente la idea que tenemos y, darnos cuenta que nada nos viene a buscar, simplemente porque nosotros mismos nos desplazamos hacia ella y todavía no queremos admitirlo?
Es una de las formas más antiguas y contundentes que existieron, se trata de la deglución por un ser monstruoso. Tal como lo reflejan los mitos, leyendas, sagas y cuentos, a la imagen de un dragón o de un ser híbrido se suman las de los animales depredadores: lobos, tigres, serpientes, reptiles en general. Es común que se lo vea como una fuerza del mal. Aunque todos estos animales tienen diversas significaciones simbólicas, incluso el dragón, que según la cultura de la que hablemos, será un ser benéfico o maléfico. Pero casi todos, en relación con la muerte parecen haber sido interpretados desde su lado negativo.
En el caso de los héroes, sabemos que el ser devorados por un monstruo equivale a un descenso al reino de la muerte, y la mayoría de los héroes deben abrirse paso hacia la luz a través del vientre de la criatura. Es una iniciación o una re-afirmación del estado heroico en el que se requiere más de una prueba. En estos casos, que son simbólicos, existiría luego del descenso al mundo inferior, un retorno a este mundo. Volvería a recordarles en la mitología escandinava, el episodio del Ragnarök en que los lobos devorarán el sol y la luna. En este caso, estamos ya apartándonos del tema iniciático para volver a las asociaciones que nos incumben. La misma tierra, bajo la forma de la Sheela na Gig, o de Hel, Calipso, etc., se encuadran dentro de esta categoría del devorador.
Sabemos que posiblemente una de las formas más antiguas de disposición del cadáver sea la inhumación, así la practicaban los weddas de Sri Lanka y algunas tribus esquimales. Pero según los contextos geográficos y culturales tenemos también la ya conocida exposición del cuerpo a los animales y aves de rapiña. El historiador ruso Nikolai Prschewalsky presenció en Urga, Mongolia, cómo los mongoles arrojaban los cuerpos de sus parientes a los perros y aves carroñeras que en dos o tres horas dejaban sólo los huesos. Entre los viajeros famosos al Tibet, está Sven Hedin, y él cuenta que en los monasterios tibetanos había perros sagrados que eran cebados con la carne de monjes difuntos. También encontramos esta práctica en todo el Irán antiguo. Los parsis, que emigraron de Persia en el siglo VIII y se radicaron en Bombay, abandonaban los cadáveres sobre las plataformas de “las torres del silencio” o dakhmas para que los devoren los buitres, y sólo inhumaban los huesos descarnados para no contaminar la tierra con el contacto de la carne en descomposición. Tanto los perros como las aves deben librar las almas de los difuntos de las ataduras terrenales y conducirlas al más allá. Entre los escandinavos, el fuego que destruye los cadáveres es visto como un devorador y se lo llama “lobo”, “perro”. ¿Es casualidad que Odín alimente a sus perros Geri y Freki, cuyos nombres significan el “voraz” y el “devorador” con los cadáveres de los héroes caídos en batalla. Vogules y ostyakos ven al demonio de la muerte bajo la forma de perro. En Kamchatka hay un dicho: La forma más segura de llegar al paraíso es la de ser devorado por bellos perros. Aquí, el acto de ser devorado por un animal representa la imagen de la muerte, no el animal sino el acto.
En India, el dios Prajapati creó la muerte como el “devorador”. Para los egipcios no era aceptable la idea de ser atacados en el más allá por un demonio con cabeza de perro; por esa razón rogaban a Atum, el príncipe de los dioses:
¡Oh Ra-Atum, Señor del palacio,
soberano de todos los dioses!
Libra a N. del dios de cabeza de perro y cejas de hombre,
que vive de víctimas,
que vigila el contorno del lago de la llama,
que engulle cadáveres, que roba corazones y
que se arroja sobre la podredumbre sin que se le vea.
Libro de los muertos, Cap. 17
Mencioné que todo dependía del contexto geográfico y cultural, vean que la imagen del devorador en África es la hiena, ella cumple esa función. Entre los dinkas y los nuer, es la hiena la que corta la cuerda que antes ataba el cielo y la tierra, y por la que trepaban los ancianos para volver después a descender, ya rejuvenecidos.
Entre los indios de Norteamérica la función recae en el coyote y en el lobo. Son concebidos como poderes hostiles que amenazan la vida. Vean que a pesar de la lejanía con los escandinavos, en el mito de los indios luisenos del sur de California, hay elementos que podrían compararse con los europeos nórdicos. Dicen que las gentes primitivas contaban que al morir al Luna, que vivía en la tierra y no en el cielo, mandaron al coyote a buscar fuego. Durante su ausencia, la mosca azul encendió una llama en la cual fue arrojada Ouiot, la Luna. Apareció el coyote, se arrojó sobre Ouiot, le arrancó el corazón y lo devoró. Después de esto, Ouiot apareció en el cielo. Vean aquí que el coyote es un devorador, un adversario que amenaza la luz y la vida; pero la otra vertiente simbólica nos dice que por ese acto, aunque devoró el corazón de la Luna, la ayudó, sin querer, a subir al cielo y convertirse en la luz nocturna que los hombres necesitaban. Este es al mismo tiempo un mito etiológico, o sea que explica causas. Vean también que la muerte está asociada a la luna.
Aunque el monstruo devorador es custodio de las puertas del Otro Mundo, el hombre lo proyectó como imagen de la muerte misma. Es el devorador de la vida, el que la arranca. Hay completo acuerdo en afirmar que la realidad última en esta vida terrena es la muerte.
Vean hasta qué punto se extendía esta creencia en el animal asociado a la muerte y que variedad de formas asumía: En el juego de dados que en sus orígenes tenía una función cultual, la peor tirada se llamaba “perro” (kyno en griego y canis en latín), siendo sinónimo de “muerte”. Al jugador que hacía una tirada ganadora se lo llamaba “matador de perros”.
Pero no olvidemos que estos animales tienen funciones simbólicas variadas, tanto los lobos, los perros y los chacales, asumen la función de guías y conocedores de los caminos que conducen a las almas de los muertos al otro mundo. Caronte mismo (barquero griego del mundo de los muertos), fue presentado a veces como un perro. Siempre hay que buscar los significados que están detrás, no podemos quedarnos con primeras lecturas. ¿Qué simbolizan el dragón, el perro, el lobo? Al menos, debemos reconocer que la imposibilidad de visión y aprehensión de la muerte genera automáticamente la necesidad de la creación de imágenes que reemplacen esa imposibilidad. Hades deviene de aides que significa “el invisible”, y utiliza un manto de invisibilidad. Es absolutamente comprensible que la muerte fuera vista como una amenaza, como un mal que arrebata la vida, o la devora. Y como dijimos antes, la Gran Devoradora es la Tierra misma, la Gran Madre, vean que el sobrenombre de Ereshkigal, la diosa sumeria del mundo inferior es “Gran Tierra”, y entre los letones, Zemes (equivalente a Zemlja eslava) es la “Madre Tierra” y gobierna el mundo de los muertos.
La criptozoología es una ciencia según algunos y una pseudociencia según otros, nace en los años 50 por inspiración del zoólogo belga Bernard Heuvelmans. Del griego cryptos, “oculto”, zoos, “animal” y logos sería en este caso “estudio”. Es decir, el estudio de los animales ocultos, en el sentido de desconocidos. Heuvelmans la describe como el estudio de los animales sobre cuya existencia sólo poseemos evidencia circunstancial y testimonial, o bien evidencia material considerada insuficiente por la mayoría.
Hay una relación estrecha entre estos animales extraños, ocultos y/o desconocidos y la forma en que la muerte era considerada, o sea, aquello cuya naturaleza es indefinible, extraña, oculta al ser humano, es lo completamente “otro”. El Imaginario de los animales fantásticos así como el de los híbridos, se extendió ampliamente en la mitología y del mismo modo en los sueños de los individuos. Hay una relación estrecha entre lo que ocurre en un nivel colectivo y en el individual. La imagen de un ser híbrido como representante de esa amenaza tan temida, multiplica el misterio casi al infinito. Es probable que el hombre utilizara estas imágenes como una manera de expresar el anonadamiento ante el misterio y el horror. Un ser compuesto por partes de otros seres es indefinible desde la naturaleza, sobrepasa los parámetros de la realidad cotidiana, al igual que ese Ser-Muerte. Por esa razón, es que aparecen en la mitología, que es un campo fértil para todo aquello que la humanidad ha tratado de manifestar y de explicarse a sí misma, o de cuestionar.
De alguna manera, todo lo híbrido, extraño, muestra la forma en que el orden natural puede trastocarse, y se atribuía esta circunstancia a la intervención de una fuerza del más allá. Todo lo híbrido era de especial riqueza en el pensamiento africano por ejemplo. Hay casos de híbridos hombre-animal y animal-animal. En todos los casos, nunca es casual que alguna parte del cuerpo esté ubicada o corresponda a lo humano o a lo animal. La ubicación de cada parte animal en el cuerpo total tiene un sentido. Pero más que centrarse en el simbolismo de las partes del cuerpo del híbrido, lo que produce efectos radicales en la percepción, es la totalidad de la imagen. Es un disfraz, incluso una proyección, según sean las formas en cuestión, de los temores más profundos del ser humano. Proyectar una imagen híbrida es una forma de no definir algo concreto, una vía de escape a través de la imaginación. Sigue siendo un ejemplo de la falta de aceptación del fenómeno de la muerte y su realidad, es una huida por la vía de lo maravilloso.
Cercanos a las serpientes de alguna manera, los dragones no han existido jamás. ¿Qué ha llevado entonces su Imaginario tan lejos? Estamos hablando de Oriente y Occidente. ¿Cuál es su significado? ¿Es uno o muchos, positivo o negativo? Es evidente que para que una imagen haya trascendido el tiempo y el espacio, debe tener un arraigo simbólico en lo profundo de la psique. Mayormente el dragón es visto como un ser fantástico y de connotaciones positivas. Puede estar vinculado a la tierra y al aire, dado que hay imaginarios que hablan de dragones terrestres y dragones alados. Aparecen en los antiguos mitos, en las leyendas y en los cuentos. Suelen estar vinculados a determinadas virtudes y pecados como la avaricia, al menos en lo que respecta a las sagas. En Oriente se lo considera un ser de buen augurio. El cambio en su connotación se da con el Cristianismo, en Occidente, y en forma marcada por su asociación con el mal. Pero ya antes, mucho antes, la imagen de esas inmensas fauces, lo habrían colocado en la lista de seres temidos, asociados a la muerte. El aspecto demónico de la muerte, la polarización de la misma hacia el mal habría encontrado en el dragón-serpiente una figura idónea para manifestar los temores ante el oscuro e inefable “enemigo”. Sea como sea, su imagen provocaba temor, y es una de las formas más antiguas que ha tomado la muerte en tanto “demonio”. Reiteramos que utilizamos el término “demonio” para enfatizar que en la experiencia humana, la muerte ha sido vista como un mal enviado al hombre desde afuera. Algo que lo persigue, lo lastima, lo hace sufrir y que pertenece al ámbito de lo sobrenatural. En el caso del dragón, lo que también tenemos es poco terreno en dónde afirmarnos para trabajar el imaginario dado que se trata de un ser fantástico. Diferente es el caso concreto de la serpiente, las aves de rapiña, el lobo, el perro negro e incluso el caballo.
Enfoquemos el tema de la muerte vista como un “demonio”, y utilicemos el término “demonio” en un sentido amplio, sin connotaciones explícitamente religiosas. Tenemos dos imágenes muy arcaicas, presentes en todas las culturas antiguas e incluso vigentes en el legendario europeo, americano y asiático, se trata del lobo y el perro, en especial el perro negro. Han sido asimilados a la Muerte-Demonio. Siempre tengamos en cuenta que nuestra base son los mitos, las leyendas, cuentos, folklore y el estudio de las tradiciones de pueblos que viven todavía en un estadio de creencias antiguas. Muchos aspectos son inferidos, en este tema no se puede afirmar algo con pruebas científicas más allá del aporte de la antropología, la mitología y la psicología profunda (que recurre a los sueños de los individuos), eso no quiere decir que no tengan validez. El término Muerte-Demonio es utilizado con el objetivo de transmitir algo que era considerado “real”, como una entidad objetiva por estos pueblos y en esos estadios de evolución de conciencia. Igualmente, debemos siempre tener en cuenta la ambigüedad de las imágenes que provienen del inconsciente. La Muerte-Demonio existe sólo como una imagen que no termina de plasmarse, en cuanto a lo formal, hasta que se canaliza en monstruos y animales. Era considerada muy real en cuanto a su funcionalidad. ¿Por qué? Simplemente por lo que dijimos antes, se trata de la vivencia y concepción de un ser externo que ataca y desgarra la vida. Eran devoradores de vida. La psique ha buscado plasmar esa experiencia y para ello recurrió a imágenes. Por eso hablamos del Imaginario de la Muerte.
El punto de partida ha sido, recordemos, la idea de algo que es inefable en su horror, que devora pero que no podía ser visualizado. La confección de la imagen es producto de la necesidad de concentrar y “aferrar” de alguna manera ese miedo para poder proyectarlo en algo que fuera más concreto en un nivel psíquico-espiritual, y también emocional. Por eso pasamos de la tierra que traga a sus hijos a la imagen del lobo y el perro, e incluso cualquier bestia carroñera. Esto lo encontramos desde la época más primitiva hasta el presente. La Muerte-Demonio, bajo forma de lobo y perro aparece en mitos de diversos pueblos y en el folklore popular europeo actual. Cuando algunos pueblos de Asia (los Chukchi por ejemplo) plasman la imagen del Señor de Mundo Subterráneo, lo cubren con piel de perro. El temor al lobo y al perro es parte de la visión repulsiva que se generó cuando pueblos como los mongoles, arrojaban los cuerpos para que estos animales los devoren. Es más, se llegó al punto de alimentarlos sólo con cadáveres, de esta forma se podía verlos vagar en las sombras a la espera de su alimento. Sabemos que, como imagen, esto que decimos es muy crudo, pero es verdad, y de alguna manera explica la concepción de la muerte bajo esas formas.
En Lhasa y otras ciudades del Tibet, se mantenían perros destinados a ese fin en los templos. Ya lo hemos mencionado, eran considerados animales sagrados y un hombre adquiría mérito al permitir que su cuerpo muerto fuera devorado por ellos. Recordemos que existe la creencia en la ley del Karma y la reencarnación, lo cual implica una acumulación de mérito y demérito, y esto determinaría el estadio de la siguiente existencia.
Se hacen algunas diferencias entre estos perros y los perros europeos. En este último caso se trataría de lobos semi-domesticados, si cabe el término, que se mantendrían siempre cerca de los asentamientos humanos para ser alimentados. Antes de continuar con el tema, me gustaría hacer referencia al libro de Jung, Símbolos de Transformación, allí podrían encontrar una cantidad muy interesante de asociaciones con diferentes animales (dragón, caballo, perro, serpiente) y especialmente sus elaboraciones sobre la madre devoradora, como tierra y como manifestación de lo inconsciente, todo en relación con procesos de transformación en los cuales el tema de la muerte es recurrente. Además aporta no sólo material mítico, de la Antigüedad, sino también de la literatura moderna y contemporánea. Como nuestro enfoque no es exclusivamente junguiano, me permito remitir a esa obra a aquellos interesados en ese modo de acceso al tema. Escapa a nuestro alcance hacer un enfoque tal, dado que es poco el tiempo que tenemos, pero les reitero, es un texto sumamente interesante, revelador. Sé que ha habido algunas reconsideraciones de lo expresado por Jung en ese texto por parte de sus discípulos y comentaristas. Pero en general, van a encontrar que profundiza en aspectos a los que nosotros sólo podemos remitirnos brevemente.
Volviendo al tema del perro y el lobo, vean ustedes que aquí está presente el tema del desmembramiento, del descuartizamiento que ya hemos mencionado. Del mismo modo, vamos a volver sobre las imágenes del perro cuando encaremos la figura de Hécate en nuestro último encuentro.
Había una costumbre entre los persas, muy antigua, y era acercar al lecho de un moribundo un perro para que éste le diera un bocado. Aparentemente con la esperanza de que luego el animal respete su cuerpo. Del mismo modo que Cerberos es apaciguado con tortas de miel que le ofrece Heracles cuando viaja al infierno. Recordemos que en tanto imágenes simbólicas son ambivalentes. Así también, con cabeza de perro es descrita Hécate a quien se le sacrificaban perros para conjurar la peste. Es esta diosa la que informa a Demeter del rapto de Kore, y dice Jung que eso nos recuerda el papel de Anubis que ayuda a Isis en su búsqueda de Osiris desmembrado. El Avesta cuenta que los perros se cruzaban con lobos, y que son los lobos los que son descritos como enterradores de cadáveres. De hecho, los perros juegan un rol importante en los rituales que giran alrededor de la disposición del cuerpo. En toda Asia, el perro y el lobo son considerados demonios de la muerte y seres del mundo subterráneo. Esto no excluye asociaciones positivas. No olvidemos a los Kalau y Ke´lets que son demonios bajo forma de perro que traen la mala fortuna y la muerte, entre los Koryakos y los Chukchi.
El sacrificio de perros a Hécate era para evitar la peste, la cercanía con los eslavos se refleja también en un aspecto similar ya que antiguamente ellos creían que la peste llegaba bajo la forma de perro. Y por supuesto, tenemos en el área germánica la cacería salvaje, que no es otra cosa que la caza de la hueste de los muertos bajo forma de perros negros, lo que trae a colación el temor que genera en la gente el escuchar los aullidos de los perros de la muerte. Este tema de la Caza Salvaje es persistente en Europa.
Las leyendas son persistentes en cuanto a estas asociaciones, incluso las tardías. Aún hoy, en Sajonia se habla de un perro que aparece con una cadena brillante por las noches en un lugar llamado Helloch, y si se fijan verán que tiene la raíz “hel” en el mismo nombre. Esto aludiría a que ese lugar era considerado antiguamente como una entrada al mundo subterráneo. Hay una leyenda proveniente también de Sajonia, específicamente de Freiberg y data de 1654. Es interesante que se le haya dado una fecha histórica. Dice que un perro espectral mantenía una larga vigilia nocturna fuera de la casa del Alcalde, durante tres meses y que, aunque se intentó espantarlo, no fue posible. Cuando terminó su vigilia, el Alcalde murió.
Entre los indios de Norteamérica, el lobo es un Señor de los Muertos y aparece en las historias de los Kwakiutl y los Nutka. Tanto los unos como los otros tienen sociedades iniciáticas en las que la figura del lobo es crucial. Entre los primeros, existe una danza llamada Hamatsa que parece haber sido originalmente una danza de lobos. Durante su desarrollo eran iniciados en el canibalismo. Aquellos a ser iniciados eran simbólicamente devorados por un lobo gigante. Los Nutka tienen también una sociedad secreta llamada Tlocoa’ la, y una leyenda de gran significado simbólico describe su formación por lobos. Es una historia muy larga y detallada, pero lo que enseña es el coraje de los hombres que buscan saber más sobre el origen y naturaleza de la muerte, y es realmente “religiosa” en el sentido amplio del término.
En India, tenemos la figura del dios Siva y su consorte Durga, y es probablemente la imagen más poderosa de la antítesis de la vida y de la muerte en una misma figura. Por otra parte es necesario también que aclaremos que cuando hablamos de la muerte, debemos siempre considerar si nos estamos aproximando a ella como un patrón cósmico o individual. En el caso de Siva, lo que tenemos es un patrón cósmico que se refleja en su danza. Él representa el poder de la muerte que aniquila el universo, pero también es un generador de vida y su símbolo es el lingan o falo. Su aspecto asociado a la muerte, ha generado un epíteto: “Señor de los Perros”, y en Benarés, es solamente en los templos consagrados a este dios que los perros pueden entrar y salir libremente. Es pintado a veces con un perro azul-negro detrás de él. Otro perro es tallado o esculpido en el portal del templo y los devotos ofrecen al dios figuras de perros hechas con azúcar. Dicen ellos que el lugar preferido de Siva son los campos crematorios, llenos de calaveras, huesos, aves carroñeras, sangre, en donde se escucha el aullido de los chacales. Pero todo esto es simbólico, por la ambivalencia propia de lo divino, y de los símbolos que lo representan. Siva es destructor en tanto que elimina las ataduras que la ignorancia -que es la forma que la ilusión cósmica toma en el hombre-, extiende sobre el espíritu humano. Pero también es cierto que en el Sivaísmo tántrico la iniciación se realiza muchas veces en esos lugares. El objetivo no es asustar, sino trascender el miedo, la repulsión y aversión. La actitud debe ser de indiferencia a lo que se ve, el hombre no puede apegarse a sentimientos o sensaciones como el asco o la aversión, del mismo modo que no puede apegarse a cosas bellas. El objetivo es trascender opuestos.
En su libro The Wisdom of the Serpent, Maud Oakes refiriéndose a este espectáculo, indica que ella ve detrás de este patrón de iniciación sivaíta un aspecto que le resulta siniestro, y es que la liberación del alma sólo puede lograrse atravesando la muerte, que la liberación de la ilusión no se logra de otra manera que no sea esa. Por supuesto, esto traería en la futura encarnación mejores condiciones para la búsqueda de la liberación definitiva del alma. Vida, muerte y renacimiento se plasman juntos en una misma imagen en donde lo divino deja una impronta caracterizada por una extraña mezcla de belleza y horror. Pero el devoto no se asusta, intuye perfectamente el significado del simbolismo de la danza de Siva. Otro ejemplo que puedo ofrecerles es el de la diosa Nehalennia, que aparece en algunas tabletas votivas teutónico-romanas. Habría ciertos indicios que la señalan como una deidad que une en sí misma los opuestos de la vida y de la muerte, generando el mismo horror al Tremendum. En este caso la deidad parece mantener en perfecto equilibrio ambos aspectos. Parecía, que es la misma diosa que Tácito identifica con Isis. Un autor, Güntert deriva su nombre de neh y halennia, en donde: neh sería un sinónimo del griego nekús (hombre muerto), del latín nec-are (matar), y del teutónico helan (esconder y ocultar bajo tierra), de aquí que se interprete Nehalennia como “diosa que oculta cadáveres”. Su nombre la relaciona directamente con Hel, con la diosa frisia Hludana que también fue adorada en el período romano-germánico.
No olvidemos que la madre de Thorr, el dios escandinavo de la tormenta se llamaba Hlodyn y es reconocida como una diosa de la tierra. Las tabletas la muestran sentada en una silla con una canasta de manzanas de un lado y un perro-lobo del otro. El perro ha sido vinculado a Garm (del cual ya hablamos), el perro de la muerte de la mitología nórdica, pero es posible que el significado original se haya perdido hasta cierto punto en esa época dada la fuerza de la influencia romana. En otros términos, posiblemente, sin saber el real significado, hayan pensado los devotos que se trataba de antiguos atributos enraizados en ideas arcaicas, y que estaban todavía asociados a su culto, pero eso no implica que los hayan considerado o entendido en su magnitud. Además, hay un detalle importantísimo, la diosa se cubre casi totalmente con una capa, o sea que estaríamos nuevamente ante una deidad velada. Si interpretamos los “atributos”: canasta de manzanas y perro-lobo, tendríamos, muy posiblemente, un aspecto nutricio de un lado y uno amenazante para la vida, del otro. No olvidemos tampoco que Servio (latino)dice, comentando la Eneida: Cerberus es la tierra que devora todas las cosas vivientes. Esto podría también decirse de Nehelennia. Son estos atributos los que le dan el equilibrio que el devoto advierte. Esto nos habla de un aspecto que correspondería a una época, posiblemente en que la psique habría ya trascendido el sentimiento de pánico y horror absoluto ante la deidad de la muerte, sin que sea una diosa exclusivamente nutricia. Eso es lo interesante de este caso. El hecho de que esté cubierta por una capa, le otorga esa cualidad de la que hablamos ya, que por un lado es majestática y por el otro, permite que el misterio se siga manteniendo como parte de su esencia que combina ese dar y quitar la vida al mismo tiempo.
Todo esto nos habla del esfuerzo del hombre por comprender, asimilar, aceptar el misterio de la muerte y de las deidades que la manifiestan o encarnan. Es una lucha interna, y está claro que en todas las culturas, las primeras imágenes han sido monstruosas, demónicas, pero esto era ya un avance dado que en los inicios la muerte era algo invisible e inefable, indefinida en las formas, y que sólo podía ser percibida por sus efectos. Luego, al incorporarse a la psique la imagen del devorador, del carroñero o la bestia de presa, hay una definición interna mayor en cuanto al concepto en sí mismo, ya sea que hablemos de lobos, perros, cocodrilos.
Por ejemplo en la Brennu-Njáls saga, Gunnar dice a Kolskegg: Antenoche tuve un sueño, y anoche también, y aunque no quiera proclamar quien ha cometido el homicidio, mis sueños me incitan a saber quién es. Anoche soñé que salía serpenteando de una granja una víbora y picaba mortalmente a Vesteinn. Y antenoche soñé que salía corriendo de la misma granja un lobo y mordía mortalmente a Vesteinn. Y a nadie he contado mis sueños antes de ahora porque no quería que se realizasen.
Vean aquí, se mencionan a dos animales que forman parte del Imaginario, aunque no presenté a la serpiente como animal demonio o imagen de la muerte, forma parte ciertamente del entramado.
¿Qué queremos significar con esta denominación? Simplemente la transferencia primero del horror, luego de la idea de algo demónico, a las figuras de ciertos animales que, por sus características, resultaban una amenaza para el hombre. Incluso aquellos que en la vida cotidiana no lo eran, pero que proyectados al Imaginario de la Muerte, adquirían connotaciones opuestas. Ocurre que lo demoníaco se presenta a veces como los impulsos, emociones negados, y asociados con nuestra psique "animal" inconsciente, instintiva. La pregunta sería: si es posible que se unieran esta forma de proyectar esos aspectos nuestros (demónicos entre comillas) con la de ciertos animales. Dicho de otra manera, parecería que el horror a ser devorado, primeramente por la tierra, es reemplazado luego por animales, y a éstos se les da una connotación demoníaca.
Quisiera agregar aquí, algo más sobre la serpiente, pero en este caso, centrarme en el aspecto devorador de vida. Anteriormente, sin evitar esta faceta, hicimos hincapié en facetas de regeneración, y asociaciones más cercanas a los aspectos positivos. En forma breve, destacaremos que hay una cualidad de numinosidad y astucia en ella. Es uno de los animales más extraños para el ser humano. También ella ha sido considerada como una muerte-demonio, e incluso un animal-demonio. Algo interesante con respecto a ella es que por lo general aparece relacionada con algún pájaro, o con el lobo, conformando lo que se ha denominado “complejo simbólico”. Y si la figura del lobo remite al aspecto devorador de la muerte, cuando se agrega la serpiente, el simbolismo se completa e incrementa en cuanto a su numinosidad, lo que se potencia es el Tremendum, el aspecto de temor al que se suma el horror del hombre. Volviendo a la pareja lobo-serpiente, es de destacar que aparecen a veces como hermanos, así lo refleja el universo mitológico escandinavo, e incluso el griego: Hesíodo en la Teogonía dice que Cerberos surge de una raza o progenie de serpientes. La misma Hécate aparece representada con pies de serpiente. Las Erinias pertenecen al mismo contexto mitológico. A Demeter se la representaba en una cueva en Phigalia y de acuerdo a Pausanias (VIII, 25) su cabeza estaba rodeada de serpientes, aunque se trata de una imagen que recoge evidentemente una tradición muy antigua, en tiempos posteriores, la serpiente siguió asociada a esta diosa ya que en su templo de Eleusis se mantenía una de ellas.
Por otro lado, el aspecto generador de muerte, aparece nuevamente en el Antiguo Testamento, en el Génesis cuando se la ubica en el Paraíso. Si bien, hay otros aspectos presentes y asociados a ella en ese mismo y preciso contexto.
Es muy cercana al dragón, y tienen en común ese carácter secreto que les da la oscuridad de las cuevas, pero listos para moverse rápidamente sobre su presa, incluso paralizarlos de terror con su mirada. Los Pangwe de Camerún destacan un aspecto de la serpiente como símbolo de la “muerte-demonio”, la representan enroscada alrededor de un árbol, y ese árbol es el punto central de las danzas rituales. Aquí se introduce el motivo del espiral el cual retorna constantemente al mismo lugar pero en un nivel nuevo, lo cual deja abierto el motivo central que es la muerte misma.
Recomiendo en este caso un libro de von Franz, Sobre los sueños y la muerte, muy interesante y que cubre ciertos temas míticos como el de la Tumba de Osiris.
Indudablemente, la psique humana ha luchado de manera incansable para asumir y aceptar el fenómeno de la muerte. Su encarnación bajo la forma del pájaro nos da una idea clara de esta evolución ya que se deja de lado la imagen del depredador neto. No se excluye el ave carroñera, que es de por sí predadora, pero no nos encontramos ante esas formas terribles, con grandes fauces y que provocan una necesidad de huida ante el horror. Algo va cambiando, se va sutilizando la manera en que esos miedos se manifiestan. Veremos luego que una forma de esa sutilización son los mitos de las deidades y semi-deidades asociadas a la muerte y, que aunque aparecen bajo forma humana, también se manifiestan bajo forma de pájaros. Por ejemplo, veremos el caso de Morrígan bajo su forma de Lavandera del Vado y el de una de sus dos hermanas, en este caso Badb que recorre los campos de batalla bajo la forma de pájaro. O las valkyrias, de las cuales no nos alcanzaría todo un curso para hablar, pero que son relacionadas también con aves por llevar capas de plumas. Claro indicio de su función de seres psicopompos. Obviamente, hay otros aspectos relacionados a las valkyrias y no tan románticos. En este apartado, asociado a la noción del comedor de carroña, encontramos también la de la rapidez del animal.
Generalmente, los pájaros son vinculados a la atmósfera, a lo celeste, lo espiritual, hasta podríamos decir, al lado luminoso de las cosas, pero cuando aparecen combinadas sus características con la serpiente en su aspecto ctónico, entonces, la imagen total puede cambiar. Hay excepciones como la del águila y la serpiente en lucha, eso ya es otra cosa. En el caso anterior se multiplica ese sentimiento de temor si el pájaro y la serpiente conforman un solo ser mixto. El ejemplo más claro es Quetzalcoatl o “el dios que mata y que trae la salvación”. Ven aquí la ambivalencia. Hay opuestos en tensión, nada tan distante de la serpiente como el pájaro que puede volar libremente, en cambio ella permanece “atada” por decirlo de alguna manera, a la superficie de la tierra sobre la que se arrastra. Esta oposición juega, y ejerce su influencia, tanto en un nivel consciente como subconsciente. Dirían los junguianos que el conocimiento de estos simbolismos yace en la psique, ¿pero entonces a qué nos lleva esto? ¿es casual la aparición reiterada de la pareja pájaro-serpiente? Desde el punto de vista de la psicología, y les diría que desde la fenomenología de la religión también, la aparición de una imagen en forma reiterada, en distintas culturas, tiempos y lugares, están indicando un proceso de evolución psíquica. Si se quiere, un movimiento o desplazamiento hacia delante, metafóricamente hablando, en el que ese Ser-Muerte original, que ha pasado por diversas manifestaciones, sigue actuando a nivel psíquico-espiritual y se proyecta también en la imagen del pájaro. Para eso, debe tomar aquellas características del ave que rozan el misterio, o que al menos produzcan en el ser humano la sensación de no tener control sobre ellas.
Claro que no todos los pájaros son vinculados a la muerte, podemos citar aquellos que sí lo son de alguna manera: buitres, cuervos, aves carroñeras en general. Aunque no sean consideradas encarnaciones o manifestaciones de la muerte, de alguna manera tienen asociación con ella; por ejemplo en el proceso de disolución de lo corpóreo en un sentido vital. En particular, el buitre tiene una relación más cercana incluso con lo que podríamos llamar la corrupción de lo vivo. Ahora, si tomamos esto en consideración, debemos también tener en cuenta que en muchos pueblos esa función se considera sagrada y por lo tanto el agente que la lleva a cabo, también lo es. Ej: la disposición de los cuerpos en las Torres del Silencio entre los parsis para facilitar su renacimiento, o el caso de los mongoles en Urga. La función del buitre es aquí equiparable a la del lobo, del perro salvaje (o los perros sagrados tibetanos), y de la hiena.
Fíjense que el buitre en los jeroglíficos egipcios representa la idea de la madre. Ya sea desde la relación entre la noción de la madre-muerte, madre-devoradora que recibe a sus hijos o de otra, el simbolismo de este pájaro sería coincidente. Devora cadáveres del mismo modo que la madre-tierra-devoradora “traga” a sus hijos. Este no es un simbolismo negativo, los simbolismos son relativos, depende a qué ámbito se lo aplique, qué lectura se haga del mismo, a qué cultura nos estemos refiriendo, y demás. En la India, por ejemplo, el buitre tiene un significado mítico que lo vincula al consejo espiritual, y es emblema de abnegación porque es “símbolo de las fuerzas espirituales protectoras que sustituyen a los padres” tal como lo refiere Eduardo Cirlot en su Diccionario de Símbolos.
La Muerte-Demonio era concebida tanto como devoradora y enterradora del cuerpo. Antiguamente, los hombres percibían el desencarnamiento del cuerpo como la acción de un demonio, y es esta imagen la que es traída a la conciencia bajo la forma del ave carroñera. Pero vean, que hay un progreso, ya no es “la que se oculta”, la imagen velada o amortajada, ahora estamos ante una imagen que tiende a la espiritualización del misterio de la Muerte-Demonio, porque el paso siguiente será establecer la asociación con palomas tal como aparecen en las baladas alemanas y en los cuentos de hadas. En este caso, la paloma es considerada como un ser que trae el aviso de una muerte próxima. Por otra parte, si tomamos en cuenta lo “aéreo” y su simbolismo asociado con lo espiritual y lo alto, ya de por sí se está dando una “elevación” (entre comillas) de lo significado por el símbolo. Implica, claramente un cambio al nivel de la conciencia humana, otro nivel de aceptación del mismo fenómeno.
Las arpías griegas retienen cierta forma de buitre lo cual estaría hablando de una retención de la función de la Muerte-Demonio, aunque en un nivel atenuado. Apolonio de Rodas (nacido en 265 a.C.) las llama “Sabuesos de Zeus”. Hay una mención en la Ilíada de una arpía llamada Podarga que significa “paso rápido o ligero” y además, ella “pasta” en la costa de Océano y es impregnada por el Céfiro, pero para agregar algo interesante podemos mencionar que es la madre de los dos corceles inmortales de Aquiles. Ahora, vean esto: ¿cuál es el paso siguiente en el Imaginario animal de la Muerte?: el potro salvaje, la yegua, digamos, el caballo en general.
Con características aladas tenemos también cierto aspecto de la diosa escandinava Freyja, que es llamada “la amortajada” y usa una capa de plumas. Las Valkyrias, que se cree eran antiguamente demonios de la muerte y que en anglosajón están lingüísticamente conectadas con la palabra “raven” (cuervo, también “crow” es cuervo). En anglosajón la palabra para cuervo es waelceasig que es casi idéntica a waelcurge o valkyria. En la Volsungasaga o Saga de los Volsungos, la valkyria Hliod toma la forma de un cuervo, y otra lleva el nombre de Walthogn que significa “receptora y consumidora de cadáveres”. La segunda parte del nombre de las valkyrias se asocia con el alemán “küren”, “kiesen”, que está relacionado con el Moderno Alto Alemán “kosten”, latín: “gustare”, lo cual nos lleva a su carácter original de consumidoras aladas de cadáveres. No pierdan de vista lo siguiente: ¿por qué pierden o se les quita ese carácter original y se lo reemplaza por imágenes románticas de doncellas que a caballo buscan a los caídos en batalla? ¿estamos ante una negación de aspectos que producen rechazo? ¿o estamos ante el proceso de negación de la muerte y sus símbolos asociados, producto del miedo ante este fenómeno y que culminará con el enmascaramiento?
Los pájaros vistos como demonios de la muerte tienen roles diferentes a los del lobo o el perro, no se niega que el aspecto de buitre que tienen las arpías no sea repulsivo, que los buitres mismos no produzcan rechazo. En otros términos, no agregan nada al simbolismo de los otros animales, pero hay que reconocer que su rol es diferente. ¿En qué? En que muchas veces son mensajeros de la muerte o ayudantes de la verdadera Muerte-Demonio que permanece oculta, mientras se hacen visibles sus mensajeros. Son algo así como mediadores, con esto, adquieren parte de la alteridad misteriosa de la Muerte y, al mismo tiempo, revelan un aspecto más de la naturaleza de este fenómeno visto simbólicamente como “demonio”. Estamos ante la rapidez de su llegada y de su desaparición, ante la función de comedor de carroña, aquél que deja sólo huesos, y que luego nos conducirá a la imagen de la muerte como el “esqueleto”. Esa imagen, la del esqueleto es posterior a la de los huesos desparramados luego del proceso de predación que da lugar al desmembramiento. Vean como volvemos sobre los mismos temas pero desde niveles diferentes.
Ya no estamos ante el monstruo, el proceso de espiritualización ha comenzado con el cambio de las imágenes, sobre todo con la del pájaro. Cuando hablábamos de la Muerte-Demonio, lo que teníamos era una inmensidad inefable, por lo tanto nada se podía decir de ella, la aproximación sería desde lo cuantitativo, pero a medida que van apareciendo las imágenes en la conciencia humana, se suma un aspecto cualitativo que es el que permite la posterior espiritualización. Esto va de la mano con la aceptación de la muerte como parte del proceso vital, si no fuera así, las imágenes no habrían cambiado, y el ser humano se habría estancado en un horror petrificante que le nublaría el entendimiento. Lo cualitativo nos deja puertas abiertas, hay posibilidades de establecer relaciones, diferencias, formulaciones y dentro de las formulaciones, la de llegar a una concepción mitológica que permita al menos intuir algo de una esencia que no puede ser aprehendida en su totalidad, ni llegará a ser totalmente comprensible para el hombre desde lo racional. Demás está decir, que el paso deseable es el de aceptación de la muerte en un amplio sentido, con connotaciones espirituales.
Paola Raffetta e-ditora |