"Economía de mercado", "relaciones estratégicas", "cooperación sur-sur", "establecimiento" o "normalización" de relaciones diplomáticas son conceptos del campo de estudio de Ciencia Política o la Economía que aparecen, a menudo, mencionados en documentos internacionales firmado por la República Popular China, aceptados por parte de la comunidad internacional, pero alejados de la rigurosidad con que el mundo académico los emplea.
Incontratables con la realidad política, emergen dos visiones. Una, atribuida a funcionarios públicos, que entienden el vínculo con China sobre la base de una relación asimétrica de poder, que ante el proceso continuo de modernización de este país, resulta indispensable asociarse a dicho crecimiento económico, aceptando conceptos o terminologías planteados por el gobierno chino al margen de las evidencias científicas, en defensa del interés nacional, comúnmente estimado en reales o potenciales beneficios económicos. La otra, atribuida al mundo académico, alejado del contacto intergubernamental, con las presiones e influencias que ello implica, asépticamente entiende que es necesario no desviarse de los conceptos previamente definidos, y aplica los mismos sin encontrar, en el caso de China, correlación con sus significados.
Así, la Ciencia Política retoma el "duelo" entre su teoría y práctica, en una lógica que, por momentos, parece irreconciliable. La praxis política o económica distorsiona los términos empleados en la Ciencia de la Política o la Economía, pero la misma relación de poder entre China y el resto de los actores, o sea la realidad política, resulta fundamento –y materia prima a la vez– de la explicación teórica. Siendo así, los gobiernos ¿fingen para hacer negocios? O ¿están subordinados a la relación de poder y el interés nacional? El mundo académico ¿plantea irrelevancias ajenas a la política práctica? Interrogantes difíciles de dar respuesta, aunque la aproximación a su estudio es el objetivo central de la presente ponencia.
Desde que el Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (PECC) albergó en su seno a académicos, funcionarios políticos y empresarios, la armonía entre los tres sectores aparenta ser constante histórica en las organizaciones de la región Asia-Pacífico. Esta conformación tripartita de representación, tuvo amplia difusión e impactó en los países latinoamericanos, los cuales asimilaron la visión y buscaron aplicarla en el diálogo con países y organizaciones asiáticos. Sin embargo, la aproximación de cada uno de los sectores hacia la realidad política, económica y social de China en particular, presenta intereses contradictorios que destruye la armonía y aflora la heterogeneidad de ideas.
La cooperación entre los sectores supera ampliamente a las divergencias de intereses entre los mismos. Los intereses sectoriales son, en última instancia, partes componentes del interés nacional que los funcionarios públicos tienden a proteger. Sin embargo, en los últimos años, con el constante crecimiento del Producto Bruto Interno de la economía china, en diversos países asistimos al recrudecimiento de los conflictos de intereses sectoriales, destacándose, por un lado, los beneficios concretos de los empresarios vinculados al sector exportador, que encuentran en los gobiernos aliados naturales en el incremento de las exportaciones y la recaudación impositiva; y por el otro, el mundo académico, que intenta realizar un equilibrio entre los conceptos científicos y la práctica que se hacen de los mismos.
Sustrayendo momentáneamente a los empresarios de la escena, aparece la contradictoria relación entre los sectores académicos y gubernamentales frente a las principales cuestiones contemporáneas que hacen a la política exterior de la República Popular China, reflejada en una serie de conceptos definidos por la ciencia política, la economía o el derecho internacional que difiere de la forma que los gobiernos los entienden en su praxis externa.
El reconocimiento del estatuto de "economía de mercado" de China por parte de Australia, Argentina, Brasil y una treintena de Estados expresa una divergencia entre el mundo académico y político. Desde la teoría económica asoma la crítica, porque la "economía de mercado" tiene ciertos principios que están en contradicción con el proceso de des-socialización china, cuya modernización, gradual y controlada, deviene la economía planificada y la propiedad estatal hacia la economía de mercado y la propiedad privada2. La economía real no refleja el carácter de "economía de mercado" que declama el gobierno chino y su aceptación pragmática por parte de la comunidad internacional, influida por la idea fuerza de su amplio mercado, entran en contradicción con el mundo académico, que entiende a la economía china como "en transición", coincidente con el contenido central del Protocolo de Adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC)3.
La noción de "relaciones estratégicas" es el segundo ejemplo. Según la visión del gobierno chino, comprende a la "cooperación sur-sur" y a la "complementariedad", terminología ampliamente aceptada por países en desarrollo en comunicados conjuntos, declaraciones o memorando de entendimientos4. La "cooperación sur-sur", contenido sustantivo planteado por el presidente Hu Jintao y aceptada por el presidente Lula da Silva de Brasil, implica una relación de poder entre países en desarrollo, inexistente en este caso por el carácter de gran potencia de China, medido por su Producto Bruto Interno. La "complementariedad" es un concepto amplio e híbrido, comúnmente empleado, no solo en el discurso chino, sino también coreano y japonés, que no refleja un nuevo tipo de relación, sino que retrotrae el análisis al viejo modelo que los países latinoamericanos llevaron a cabo en el siglo XIX con las potencias europeas, es decir, exportación de materias primas e importación de productos industriales y tecnologías5. Por lo tanto, los tres conceptos, aceptados en comunicados conjuntos por gran parte de los Estados, desfasan con la realidad económica que entiende la relación como Norte-Sur, paradigma tradicional del cual, la escuela cepalina, ha sido uno de sus principales críticos en la región.
Otro caso a tener en cuenta corresponde al establecimiento de relaciones diplomáticas. La rígida política de la República Popular China, con continuidad desde 1949, ha impreso el principio de "una sola China", aceptado in creccendo por la comunidad internacional hasta el presente. Esta coherente praxis política tiene en claro el objeto de consolidar la posición política del gobierno de Beijing como representante exclusivo de China. La comunidad internacional ha entendido el problema de Taiwán como parte de la esfera doméstica de China y comúnmente esgrime el principio de no intervención. En el caso de la Argentina, el mundo académico sigue a la orientación del Estado nacional, manteniendo silencio ante la conmemoración, el 26 de mayo de 2005, del sexagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas de Argentina con el Estado chino, al margen de cual fuese el gobierno que se atribuya su representación6.
No se observó en los medios académicos ni periodísticos ninguna referencia a un acontecimiento que tiene la importancia de hito histórico. Los académicos, compenetrados con la visión gubernamental de no sacar a la luz temas que puedan ser políticamente inviables en la relación con el gobierno de la República Popular China -especialmente cuando este mercado adquiere parte significativa de la producción agrícola y genera un amplio saldo favorable en la balanza comercial- parecen ocultar este trascendental acontecimiento en la vida de dos Estados, comúnmente presentando a la relación con China como "instaurada" en 1972, es decir, desde la "normalización" de relaciones diplomáticas.
No es que el Gobierno Nacional desconozca la realidad del establecimiento de relaciones diplomáticas en 1945 y la normalización en 1972. Pero entiende inviable su conmemoración, que puede interferir en su trato diario con China, al estar en contra de la orientación política de Beijing. El mundo académico sigue la política oficial sin entender, contrariamente, que es en el marco de las universidades donde estos temas deben ser tratados en forma amplia, pues no comprometen la opinión del Estado en la materia. Semejante hecho debe quedar al margen de las prioridades cotidianas del negocio diplomático con China y ser objeto de análisis acorde con las precisiones que el mundo académico requiere.
Otros conceptos e ideas digno de analizar son la noción de "gran país en desarrollo", las diversas "teorías" enunciadas oficialmente y que han impregnado el pensamiento latinoamericano (los "dos campos", las "zonas intermedias", los "tres mundos"), sin olvidar a los "cinco principios de coexistencia pacífica". Visiones estratégicas, doctrina o sistematización de principios que escapan a la elegancia que requieren las teorías científicas.
El mercado real y potencial, en un país de 1.300 millones de ciudadanos, es la fuente de poder que China más utiliza en sus relaciones externas. La discrecional apertura o cierre del mismo a un Estado, puede ser percibido como fracaso de las relaciones económicas internacionales de ese país. Esta hegemonía económica e introvertida de China, ha sido funcional a su política exterior, puesto que numerosos Estados, con la ambición exagerada de "conquistar" ese mercado entre otros factores, dejaron de reconocer a la República de China (Taiwán) para formalizar vínculos políticos con Beijing, especialmente desde la década del setenta y, recientemente, tras la desintegración de la Unión Soviética. Es decir, los Estados son concientes de que China es una potencia en ascenso y es necesario acompasar tal crecimiento con el mantenimiento del canal de exportaciones beneficioso a sus intereses. Para ello, la continuidad del vínculo político es condición sine qua non.
Esta praxis política torna una nueva forma de hipocresía internacional, en el caso de aquellos que mantienen relaciones diplomáticas por el mero hecho de incrementar sus exportaciones. Sin embargo, la política práctica, es decir, la que ejecutan los Estados al margen de las preferencias del mundo académico, es fuente de inspiración de toda teoría que digne reflejar, de manera simplificada y fiel, la amplitud de la realidad política, que es el objeto de la ciencia política. Esta praxis política también refleja la asimetría del poder con los países latinoamericanos, y Argentina en particular, que sin duda influye en el modelo de vinculación de estos países con China y constriñe el discurso político de los gobiernos de la región. En este sentido, el gobierno argentino ha expresado claramente qué entiende por "establecimiento" y "normalización" de relaciones diplomáticas, diferencia plasmada por los funcionarios del Palacio San Martín en el Comunicado Conjunto de 1972.
El mundo académico permaneció en silencio ante el cumplimiento de seis décadas de relaciones con el Estado chino. Su obsecuencia frente al mundo político-diplomático expresa una disyuntiva que entremezcla el respeto al intereses nacional, tal como lo estiman las autoridades gubernamentales y supuestamente medido en términos económicos, con la natural necesidad académica de aferrarse a la objetividad y, fundamentalmente, a la verdad comprobable empíricamente. Los académicos no son evaluadores de cómo las autoridades gubernamentales defienden el interés nacional, sino proveen ideas y conceptos a partir de la teoría científica, que es creada en base a esa misma realidad. La insuficiencia teórica de la ciencia política es clara, pero siempre aporta nuevos elementos a partir de la praxis de la política. Su ocultamiento escapa al análisis y honestidad académicos.
El mundo académico actúa libre y creadoramente sin comprometer con sus opiniones al Estado. Diferente a los políticos y diplomáticos que, en el ejercicio de la función pública y la representación que envisten pueden, no sólo con sus acciones sino también con sus declaraciones7, comprometen a las instituciones que representan.
El gobierno de la República Popular China ha entendido claramente esta diferencia, no sólo respecto al rol de los académicos, sino a la diferencia entre diplomáticos y funcionarios de otros ministerios, cuando acepta que el ministro de Economía de Taiwán, participen representando a la "región", "provincia" o "zona aduanera" en organizaciones multilaterales como la Conferencia Económica del Asia Pacífico o el PECC, incluso en la OMC, pero rechazando la representación diplomática en las mismas, por investir de personalidad jurídica internacional a la institución que representan. Los académicos latinoamericanos, y de Argentina en particular, deberían tomar distancia del mundo diplomático, y analizar con mayor objetividad los temas y cuestiones vinculadas a la política exterior de la República Popular China.
1 Doctor en Ciencia Política por la Universidad Católica de Córdoba. Licenciado en Ciencia Política, y Licenciado en Relaciones Internacionales, por la Universidad Nacional de Rosario. Cursó estudios de chino moderno en el Instituto de Idiomas de Beijing, y realizó dos postgrados en Política Internacional en la Universidad de Beijing, China, donde obtuvo el título de magíster en Derecho, especialidad Política Internacional, orientación Relaciones Externas de China. Es autor de los libros "Argentina y el Este Asiático. La Política Exterior de 1945 a 1999" (UNR: 2001); "China en Expansión" (EDUCC: 2005); y compilador de la obra "Corea... una mirada desde Argentina" (UNR: 2005). Actualmente se desempeña como Investigador Adjunto del CONICET y Profesor Titular de la Universidad Nacional de Rosario.
2 WU, Yu-shan, "La reforma económica china en una perspectiva comparativa: Asia vs. Europa", en Estudios y Publicaciones, Universidad Nacional Chengchi, Vol. 4, N° 2, Taipei, junio 2003, ps. 1-49.
3 ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL COMERCIO, Protocolo de Adhesión de la República Popular China, Doha, 10 de noviembre de 2001.
4 OVIEDO Eduardo Daniel, Crisis del multilateralismo y auge de la diplomacia bilateral en la relación Mercosur-China, ponencia presentada ante la VI Reunión de la Red de Estudios de América Latina y el Caribe sobre Asia-Pacífico, Buenos Aires, octubre de 2005.
5 Idem.
6 Las relaciones diplomáticas entre Argentina y el Estado chino comenzaron el 26 de mayo de 1945 con la firma del canje de notas entre el embajador chino en México y el embajador argentino en Estados Unidos. El 25 de julio de ese mismo año, el gobierno argentino designó al doctor José Arce como embajador ante la República de China. Posteriormente, el 16 de febrero de 1972 el subsecretario de Estado del ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, José María Ruda, en representación del Estado argentino, firmó el comunicado conjunto de normalización de relaciones diplomáticas con la República Popular China.
7 Recuérdese los efectos jurídicos de la célebre Declaración Balfour (1917) respecto a la cuestión de Palestina. Entendida por el derecho internacional público como promesa, en este caso escrita, realizada por un ministro de Relaciones Exteriores en nombre de su gobierno y en ejercicio de su función. Ver MELO, Artemio L., A cincuenta años de la partición de Palestina, en revista Ponencias, Cerider, Rosario, Febrero 1998, p. 28-30.
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Paola Raffetta |