Transoxiana 13 |
Universidad de Málaga
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En un reciente trabajo W. G. Dever se preguntaba sobre la crisis planteada, en las últimas tres décadas, por un "pequeño círculo" de estudiosos europeos, principalmente de Sheffield y Copenhage, a los que se denomina "minimalistas", "revisonistas" y "nihilistas", que ha prendido también en los círculos biblistas de Israel y América (léase, por supuesto, Estados Unidos):
La pregunta hoy es si "la Monarquía Unida" es simplemente la pieza maestra de un 'Israel' inventado por los escritores y editores de la Biblia Hebrea que vivieron en Judá en los períodos Persa y Helenístico, una pieza de propaganda religiosa, o si el retrato bíblico refleja una época histórica contemporánea de la Edad del Hierro de Palestina (c. 1200-600 a.C.), que por exagerado que parezca puede ser confirmado en cierto grado por los testimonios arqueológicos y literarios extrabíblicos.2
Dever resume inicialmente la postura minimalista con dos citas:
El Rey David no es más histórico que el Rey Arturo.
El primitivo período en que la tradición tiene colocados estas narrativas es un imaginario mundo que nunca existió como tal.3
Frente a esta postura está claro que hay defensores de la tradición, más o menos ultramontanos. Pondremos nuestros propios ejemplos. Al iniciar la Introducción a la Historia de Israel de John Bright, Williams P. Brown inserta la siguiente afirmación: una historia de Israel que no sea de algún modo, al mismo tiempo, una historia de su fe no es ni significativa ni posible.4 La cita, sin duda, nos dice mucho tanto del autor como del citador: la Biblia rezumará por todos los poros de la obra y será tenida como prueba histórica, salvo expresa contradicción. Al introducirnos en el tema que nos interesa, la monarquía hebrea y más concretamente en lo que concierne a sus pretendidos orígenes unitarios, Bright afirma:
Tenemos a nuestra disposición, afortunadamente, fuentes que son extraordinariamente completas (los dos libros de Samuel y el I de los Reyes, caps. 1 al 11) y de un alto valor histórico, siendo gran parte del material contemporáneo, o casi contemporáneo, de los sucesos descritos. Para los últimos días de David tenemos la incomparable "historia de la sucesión del trono" (2 S 9-20; 1 R 1-2), un documento con tal sabor de testigo que difícilmente pudo ser escrito muchos años después de haber subido al trono Salomón. Ya que el autor de esta obra conoció y usó los relatos del arca 8 1 S 4,1b-7,2; 2 S 6 [7] y, al menos en su mayor parte las narraciones de Saúl y David que forman el núcleo de 1 S (y 2 S 1-4), podemos suponer que también éstas, aun sin ser tradiciones históricas en sentido estricto, tuvieron un origen primitivo y una forma fija a mediados del siglo X. La restante información referente a David y las noticias más importantes referentes a Salomón nos han llegado en forma de extractos de anales oficiales, o compendios de ellos, y tienen un valor excepcional. En resumen, estamos mejor informados acerca de este período que acerca de ningún otro de la historia de Israel.5
Muy recientemente W. G. Lambert, atacando las posiciones de Lemche y Davies, al que nos referiremos a continuación, afirma que la Biblia tiene detalles piadosos, por ejemplo el episodio Senaquerib-Ezequías con la presencia del Ángel de la Muerte enviado por Dios, que, sin embargo, tiene un núcleo de la historia verídico, confirmado por fuentes asirias6. Por su parte J. A. Soggin7, al afirmar que, tras la fachada familiar de los relatos bíblicos de la historia de David y Salomón, se pueden rastrear noticias históricamente utilizables, justifica que su obra se inicie con la época de la monarquía unida, dejando para un momento posterior el análisis de la controvertida época de formación, al no contarse para ella con fuentes literarias fiables.8
Frente a estos asertos, volvemos al minimalismo. En el capítulo segundo de su obra más paradigmática Ph. R. Davies, defiende que la historia del "Israel bíblico" es mítica y que las historias de Israel hacen una lectura racionalista de los mitos y los tratan como si fueran históricos. Previamente Davies aclara que, según su entender, para hablar-escribir de Israel en la Antigüedad hay que tener en cuenta tres niveles distintos: un nivel histórico, el de los habitantes del norte de la zona montañosa de Palestina en la Edad del Hierro; un nivel literario, el del "Israel bíblico"; y un tercer nivel, el del "antiguo Israel", construcción amalgamada de los dos anteriores por los historiadores.9 Davies, en un trabajo posterior10, mantiene que la Biblia hebrea puede ser usada para hacer una Historia de Israel de dos modos:
Una primera tarea del historiador es descubrir (o determinar) el contexto histórico de estos escritos, basándose en el principio de que el testimonio histórico de cualquier obra será relevante, en primera mano, para la época en la cual fue escrita--.
De modo secundario lo que estos escritos dicen sobre eventos históricos puede ser usado para construir un cuadro de las épocas sobre las cuales ellos dicen estar escribiendo -pero- el uso de la narrativa historiográfica bíblica para una reconstrucción crítica de las épocas que ella describe.... es precario y posible solamente donde hay datos independientes adecuados.11
En esta línea algunos han llegado a defender la inutilidad del texto bíblico como fuente para una verdadera historia de Israel, incluso la imposibilidad de escribir una Historia Antigua de Israel12. Sin embargo, incluso en un congreso tan lleno de escépticos y críticos como el Primer Seminario Europeo sobre Metodología Histórica, realizado en Dublín en 1997, cuyos trabajos se exponen en la obra de Grabbe, las conclusiones fueron más moderadas. Todos estaban de acuerdo que tratar la historia específica de una nación es un error, especialmente cuando esta historia tiende a tratar a los otros pueblos, de ella excluidos, como inferiores, dignos de exterminio o inexistentes. Es problemático el término Israel y mucho más escribir una Historia de Israel como una historia de una entidad étnica13. Nadie negó la existencia de un Reino de Israel y un Reino de Judá, testimoniados por Asiria, pero se pusieron varias objeciones a dos conceptos; uno, que la construcción literaria del 'Israel bíblico' pudiera ser traducido directamente en términos históricos; dos, que Israel debiera ser el canalizador y el dominador de los estudios sobre la zona en la Antigüedad. El escepticismo sobre la existencia de un gran imperio israelita fue casi generalizado.
Finalmente se resumieron cuatro actitudes posibles ante los problemas planteados: uno, asumir la imposibilidad de hacer esta historia (Carroll); dos, ignorar el texto bíblico como un todo y escribir una historia fundamentada sólo en los datos arqueológicos y otras evidencias primarias (postura 'minimalista'): el problema es que sin el texto bíblico las interpretaciones de los datos se vuelven extremadamente difíciles y, por ello, nadie del seminario asumió esta postura; tres, dar prioridad a los datos primarios, pero haciendo uso del texto bíblico como fuente secundaria usada con cautela: la postura más aceptada, mezclada con la anterior; cuatro, aceptar la narrativa bíblica siempre, excepto cuando está en contradicción y deviene en falseada: postura 'maximalista' que no adoptó nadie.14
Siguiendo la tercera de las posibilidades planteadas por el Primer Seminario Europeo de Metodología Histórica, la de dar prioridad a los datos primarios pero haciendo uso del texto bíblico como fuente secundaria usada con cautela, vamos a plantear en las líneas de este apartado, cómo la historia de los reyes de Israel y de Judá, vertidas en los libros de Samuel y de Reyes de la Biblia hebrea, y más concretamente los episodios enmarcados en lo que podíamos llamar "orígenes de la monarquía - monarquía unida", no conforman una fuente primaria sino que son un conglomerado de elementos de muy diversa época y redacción, enmarcados en lo que Noth definió en los años cuarenta del siglo pasado como Historia Deuteronomista.15
Para Noth la Historia Deuteronomista, que comprendía los libros de Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes, colocando además el Deuteronomio como prólogo programático, era el producto de un único autor en Palestina, concretamente de Mispá, que trabajó hacia el 550. La obra comprendía el período que iba desde la entrada de los israelitas en la Tierra Prometida (hacia el 1230 a.C.) hasta el momento de la toma de Jerusalén por los caldeos y el inicio de la cautividad de un gran contingente hebreo, especialmente autoridades y artesanos especialistas en Babilonia (en 587) o, si se prefiere, hasta la "liberación" de Jeconías, con la que termina 2 Re 25, 27-30. Podemos resumir las opiniones sobre la elaboración de la "Historia Deutenonomista" en tres escuelas: la de Könisberg, encabezada por M. Noth, partidario de una redacción única; la de Harvard, encabezada por F. M. Cross, partidaria de dos ediciones; una optimista, Dtr 1, en la que Josías aparece como un David revivido, y otra pesimista, Dtr 2, posterior a la toma de Jerusalén; la de Gottinga, con Smend , Dietrich y Veijola, defiende hasta tres redacciones: una de carácter histórico, DtrH, anterior al 570, fecha en la que se reeditaría la misma versión con elementos proféticos importantes, muy especialmente en los libros de los Reyes, DtrP; finalmente la tercera sería del 560 con un fuerte contenido nomológico, inspirado primordialmente en las prescripciones legales del Deuteronomio, DtrN.16
El punto focal de la Historia Deuteronomista sería sin duda la caída de Jerusalén y el destierro de Babilonia. Más allá de la crisis política, económica y social, entre los desterrados se planteaba una tentación de incredulidad y desesperanza:
¿Por qué Jacob, andas diciendo, y tú, Israel, te andas quejando: Al Señor no le importa lo que me sucede, mi Dios no se preocupa de hacerme justicia?17
Hijo de hombre, ¿qué significa ese proverbio que decís en la tierra de Israel: pasan los días y no se cumple la visión?18
Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos destrozados.19
En su última redacción, al menos, la Historia Deuteromista intentaba dar respuesta a aquella angustia. Podía haber dado una respuesta breve, taxativa, pero prefirió
Recurrir al pasado, invitando a sus interlocutores a repasar la historia, con el fin de ver el momento presente dentro de una perspectiva más amplia. El recurso al pasado como clave para explicar el presente y el porvenir, era un método pedagógico ya ensayado con maestría y resultados positivos por los profetas de los siglos VIII-VI a.C. (Oseas, Isaías, Jeremías, Ezequiel).20
Para Noth la finalidad del autor era negativa: él o los redactores deuteronomistas habrían escrito
Para adoctrinar sobre el sentido genuino de la historia de Israel, desde la conquista de la tierra hasta la desaparición del antiguo estado; y este sentido se resume para él en el reconocimiento de que Dios ha actuado palpablemente en esta historia, al responder con exhortaciones y castigos a las deficiencias constantes y crecientes; y, finalmente, cuando aquellas se revelaron inútiles, con la destrucción total,21
Por el contrario, H. W. Wolff descubría un anuncio positivo con un llamamiento a la conversión como medio de un resurgir de Israel y G. von Rad, que no comparte con Noth la teoría de una gran historia deuteronomista, acepta que en los libros de los Reyes hay un canto a la esperanza para el porvenir. 22
Para esta historia de la monarquía hebrea en sus inicios y fase de unidad desde el punto de vista de los textos bíblicos, estando por determinar qué secciones de estos son fuentes primarias y cuales secundarias, según las posiciones de partida de Davies, contaríamos con la redacción deuteronomista de los dos libros de Samuel y el inicio del primer libro de los Reyes: Samuel y Saúl. Comienzo de la monarquía: 1 Sm 8-15; Rivalidad de Saúl y David. Muerte de Saúl: 1 Sm 16 - 2 Sm 1; David, rey de Judá e Israel: 2 Sm 2-8; Dificultades del Reino: pecados, guerras y rivalidades: 2 Sm 9-24;23 Subida de Salomón al trono y muerte de David: 1 Re 1-2; Reinado de Salomón: 1 Re 3-11; Cisma: 1 Re 12-13.
Las posibles fuentes del deuteronomista, según las posiciones más clásicas, serían ciclos sueltos sobre Saúl, David y Salomón y los Anales de los Reyes que aparecen citados varias veces. El ciclo de Saúl, muy manipulado por una redactor prodavídico, quedaría más o menos englobado junto al del belemnita en la llamada Ascensión de David al trono, cuyo autor o autores, parecen empeñados en liberar a David de varias acusaciones de dominio público: conspiración junto con Jonatán hijo del rey Saúl, contra éste; luchas de David bajo bandera filistea; conspiración para deshacerse de todos los miembros de la casa de Saúl que sobrevivieron a la derrota israelita en Gelboé.24 Otro ciclo especialmente mimado o detractado por la historiografía es el de la Sucesión al trono de David.25 Mientras que los historiadores más tradicionalistas26 defienden una autoría antigua bien documentada de la época del mismo Salomón (ad maiorem gloriam Salomonis) y que es una cumbre de la historiografía antigua anterior a la de los griegos27, otros, como Langlamet y Van Seters, discrepan seriamente. Para uno la autoría es múltiple: habrían al menos dos redactores, uno claramente antisalomónico, más antiguo, y otro, atento a Salomón y la teología del templo, de época sacerdotal.28 Para otro, la obra sería una producción completamente ficticia de última época redaccional.29
Hagamos un paréntesis obligado. Para entender la posibilidad de desarrollo de un o unos estados israelitas en los inicios de la Edad del Hierro en Palestina sigamos de forma resumida la descripción del proceso formativo que nos hace M. Liverani, un orientalista de prestigio mayor, en una obra que ha despertado todos los demonios tradicionalistas.30
El hundimiento de todo el sistema regional del Bronce Tardío, debido tanto a problemas estructurales internos como a los movimientos migratorios de los Pueblos del Mar, con la desaparición de Hatti y el decaimiento de Egipto y Asiria, permitió que el Levante Próximo, básicamente Siria-Palestina, "ganada la autonomía", presentara una gran fragmentación de ciudades-estado y de pequeñas entidades tribales, a las que se sumara la presencia de elementos pastorales de los desiertos interiores31. Dejando de lado, la costa norte del Levante mediterráneo, donde se asentaban las ciudades-estado fenicias, Liverani nos describe ampliamente tres grandes zonas: la costa sur, las serranías o mesetas centrales, que incluye en su interior el lago Tiberíades y la cuenca del Jordán, más la zona de los desiertos interiores del sur-este.
a) Las ciudades costeras del sur gozaron de un movimiento unificador étnico: los filisteos llevaron una política coordinada frente a otras etnias y acabaron por penetrar en la Sefela, el Neguev y por el valle de Jezrael hasta el mismo Jordán, buscan entre otras cosas el enlace por el norte y el sur con la ruta interior norte-sur, la via regis.
b) En el desierto una serie de tribus camelleras, con epicentro en el Hiyaz y el Neguev, controlaban las rutas comerciales: ismaelitas, madianitas y amalecitas.
c) En cuanto a las mesetas centrales, distintas tribus cananeas, entre las que se desarrollará el "fenómeno" de los israelitas, intentan construir conglomerados más o menos urbanizados, usando primero una acción de asimilación-rechazo con "estados dimórficos" antiguos, como Siquem y Jerusalén, e intentando luego globalizar algunas zonas agro-urbanas tanto de la costa como del valle de Jezrael.
- Al norte, los arameos establecerán los reinos de Guesur, al este del Tiberíades, y de Soba, entre las fuentes de Jordán y la Bekaa libanesa.
- En Transjordania, los ammonitas controlan la cuenca media del Jordán; los moabitas el este del Mar Muerto; los edomitas el sur de la Arabá.
- En Cisjordania la situación es más fragmentaria si cabe. En su parte más noroeste, la Baja Galilea, se adivina una presencia bien asentada de los fenicios, protegidos Tiro y Akko. En Galilea, o centro-norte, están las tribus de Aser, Zabulón y Neftalí, separadas de Manasés por el sur, debido a la interaccíón de las entidades agro-urbanas del valle de Jezrael y la cuenca del Tiberíades: en especial Meggido y Jasor. En el centro-centro la tribu de Manases está separada de las tribus de Efraín y Benjamín del centro-sur por el territorio dominado por la ciudad de Siquem. Finalmente en el camino hacía el sur-sur nos encontramos a la ciudad de Jerusalén que separa las tribus del centro del territorio de la tribu de Judá.
Es posible, según el mismo Liverani, que en los alrededores de Jezrael tanto las tribus galileas como las del centro se unieran alguna vez en una liga de unas diez tribus para luchar contra Jasor, como nos lo relata, de manera trastocada y tardía, Josué 11, 1-4 y con más visos de realidad el episodio de Débora, batalla de Tanac, en Jueces 4-5. Por otra parte la presión de amonitas al este y filisteos al oeste facilitaría la unión de Efraín y Benjamín bajo Saúl y casi en paralelo la jefatura de David sobre Judá que quizás acabaría por dirigir también la liga originalmente saulita. Por supuesto, en un proceso de rechazo-asimilación, Siquem acabó por ser engullida32 y lo mismo ocurrió con Jerusalén. Que David fue como máximo fue un pequeño jefe-reyezuelo con base en Jerusalén es lo máximo que admiten, por ejemplo, Garbini33 y Filkenstein-Silberman34; para este último el gran reino israelita, "manipulado" por la Historia deuteronomista y "obviado" por la Historia Cronista, fue el Reino de Israel, para entendernos, el de las diez tribus, a cuya sombra sobrevivía un minúsculo estado judaíta con capital en Jerusalén y que nunca había tenido poder sobre las colinas centrales de Palestina. Jerusalén no sería capital de un estado fuerte hasta la desaparición de Samaria, capital de Israel, reino del Norte, en el 721 por la acción de las tropas asirias. En este sentido se mueven también Jamieson-Drake y Thompson35.
En este contexto, la Historía deuteronomista debió articular las razones de la "separación antigua" que tenían que ser poderosas. Así el tema se ensambló alrededor de una serie de oráculos que acabarían por cumplirse, dando lugar a la ruptura. En primer lugar la advertencia de Samuel, que refleja incluso un período de redacción muy tardío con claros condicionamientos a la monarquía por parte de los elementos hierocrático-teocráticos:
Pedisteis un rey y el Señor os ha nombrado un rey. Si honráis al Señor y le servís, si le obedecéis y no os rebeláis contra sus mandatos, entonces vosotros y el rey que reine sobre vosotros viviréis siendo fieles al Señor vuestro Dios. Pero si no le obedecéis y os rebeláis contra sus mandatos, el Señor os castigará a vosotros y a vuestro rey hasta destruiros, como lo hizo con vuestros padres. Y ahora disponeos a contemplar el gran prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. Estamos en tiempo de siega, ¿no? Pues bien, voy a invocar al Señor que hará tronar y llover torrencialmente, para que os deis cuenta y reconozcáis el gran mal que habéis hecho a los ojos de Dios al pedir un rey36
A la profecía de Natán a David, que sería la de gloria, unidad y eternidad para la Casa de David37, seguiría el pecado de Salomón, arrastrado por sus mujeres extranjeras a rendir culto a otros dioses distintos de Yahvé (otra clara referencia a las posiciones post-exílicas de separación ritual de los judíos de sus convecinos y de un monoteísmo militante)38. Consecuencia de tales pecados se encuadran dos oráculos: uno, en el que el propio Yahvé, advierte a Salomón que el va a dar a un siervo suyo, alusión a Jeroboam, diez tribus pero que a él, por respeto al recuerdo de David, le dejará una, Judá evidentemente39; otro, en el que el profeta Ajías de Silo promete a Jeroboam las diez tribus, siempre y cuando éste actúe de acuerdo con los designios de Dios40. Como, según la narración, Jeroboam no cumplió, al intentar debilitar el culto de Jerusalén -a donde peregrinaban sus súbditos- construyendo altares en Dan, en el norte de Galilea, y en Betel,41 se producen dos oráculos contra el rey, realizados por el mismo Ajías,42 en el primero de los cuales se dice:
¡Altar, altar! Así dice el Señor: Nacerá un descendiente de David llamado Josías quien sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los altozanos que queman incienso sobre ti y quemará sobre ti huesos humanos.
La Historia deuteronomista, quizás desde los primeros estratos redaccionales, de época de Josías, inventó una Edad de Oro de una monarquía unida y amplia: la ideología deuteronomista implicaba la conquista de "antiguos territorios" bajo la égida de un rey y de la norma divina, según el "arcaico modelo de la conquista de Josué", nada le sería negado a Israel si seguía el mandato divino. En este sentido, y haciendo un aparte, el libro de Josué sería más que la expresión literaria de los anhelos de un pueblo en un tiempo y lugar determinados, el reino de Judá en la segunda mitad del siglo VII a. C. Josué, comandando a todas las tribus, incluyendo las del norte, conformaba el deseo josiánico de hacer entender a los nativos de los territorios que ansiaba anexionar, que ellos también formaron parte de una antigua unidad conquistadora, el pueblo de Dios. Lo extraordinario, para Finkelstein-Silberman, es que la epopeya literaria sobrevivió al trágico fracaso de la política pía y ambiciosa del rey Josías para aparecer en la época de los redactores deuteronomistas de segunda generación, los del Exilio de Babilonia y el Regreso.
La inexistencia de testimonios extrabíblicos -sobre los orígenes de la monarquía israelita y la época de la unidad de las doce tribus bajo la égida de un solo monarca- y la crítica a la "realidad" vertida en los libros históricos del Antiguo Testamento, ha llevado a muchos a negar la existencia de Saúl, David y Salomón. Hoy por hoy, sin embargo, la estela de Tel Dan ha abierto nuevas perspectivas. En esta pieza aramea de la segunda mitad del siglo IX a.C. aparece la derrota y muerte de dos reyes hebreos a manos de Jazael de Damasco:
(Cuando) mi padre enfermó y se fue con los suyos [sus antepasados], el rey de Israel vino ante la tierra de mi padre. Pero Hadad me hizo rey y Hadad vino ante mí y yo--.. maté a se[tenta re]yes que habían uncido mi[les de ca]rros y miles de caballos. [Y yo maté a Jeho]ram, hijo [de Acab], rey de Israel y yo maté a [Ahaz]yahu, hijo [de Jehoram, r]ey de la casa de David (bytdwd). Y yo dejé [sus ciudades en la ruina y] su tierra inmersa en la desolación.43
El texto parece dar una clara referencia al reconocimiento por un estado no hebreo del siglo IX de dos reinos israelitas distintos, el propiamente "de Israel" y el denominado byt dwd, "casa de David", lo que confirma la existencia en algún momento de un David histórico en el trono de Judá. Pero también nos confirma otra cosa, en cierta medida colateral al objeto directo de nuestro trabajo. La estela aramea complementa y contradice el texto de 2 Re 8, donde la muerte de los representantes de las dos casas reales perecen a manos de un general, Jehú, israelita, en el sentido de perteneciente al Reino del Norte, que se coronará rey de este estado con el visto bueno de un profeta.44
Con la estela de Tel Dan en la mano se vuelve difícil negar la existencia de los dos reinos ya en el siglo IX a.C. De forma muy especial la dinastía davídica en el trono de Jerusalén se torna asequible. Pero queda en pie la interrogante sobre los caracteres históricos de los reyes de la Monarquía Unida, de los que sólo siguen dándonos datos discutibles los libros de la Biblia hebrea y algunos restos arqueológicos que, estos últimos, responden según el cariz de lo que se pregunte y se quiere que respondan.
De Saúl y su reinado45, exclusivamente sobre las tribus de Efraín y Benjamín en medio de los territorios de las antiguas ciudades de Siquem y Jerusalén, sólo podemos entrever que su razón de ser le viene del hostigamiento en un doble frente, occidental y oriental, debido a la presión de filisteos y ammonitas. Con las tribus de Manasés, al norte de Siquem, y Judá, al sur de Jerusalén, la relación es ambigua. Saúl mantuvo a raya a sus enemigos hasta que quiso inmiscuirse en el valle de Jezrael, intentando aprovechar la debilidad de Meggido y Jasor en ese momento para enlazar con las tribus galileas. Pero los filisteos también estaban interesados en Jezrael y barrieron a los israelitas en Gelboé, muriendo, según la tradición, varios hijos del rey que, a su vez, se suicidó. Los israelitas quizás habían querido salvar su "cabeza de puente de Jabés de Galaad", enclave muy cercano a los intereses de Saúl. Los restos de la monarquía saulita pervivieron a duras penas en el exiguo territorio original Efraín-Benjamín al que quizás se sumaba Jabés de Galaad en Transjordania. Fue un período de disputas internas y externas, con la sombra de la monarquía judaíta sobre el paisaje que finalmente se derrumbaría cuando Ishbaal, hijo de Saúl, fue asesinado y los "ancianos de Israel", léase Efraín-Benjamín, optaron por acomodarse con el rey de Hebrón46.
En cuanto a David, ¿qué puede ser histórico y qué pura ficción literaria? La tradición hace de éste un judaíta de la ciudad de Belén, pero el texto bíblico nos da hasta tres tradiciones sobre su aparición: el músico de corte, de donde le viene luego la tradición de salmista, de pastor inexperto que vence a Goliat, de soldado de éxito; a ello habría que sumar la unción secreta llevada a cabo por el profeta Samuel tras su reprobación de un Saúl, al que las Historia Deuteronomista trata de buen general pero de torpe e incrédulo a la hora de entenderse con Dios y también celoso y melancólico. Habría que decir que hasta el texto bíblico duda en adjudicar a David la muerte de Goliat y se la adjudica también a Elcaná, uno de los "valientes" de David. El Cronista intenta deshacer el entuerto afirmando que en realidad Goliat tenía un hermano y a éste mató Elcaná. Otros dicen que en realidad el nombre de Elcaná era el nombre verdadero del personaje que al ser coronado fue llamado David. Es muy interesante observar que tanto el armamento de Goliat, a diferencia del representado en las estelas egipcias para los Pueblos de Mar, como su comportamiento bélico de desafío responden más a modelos griegos, lo que no es extraño pues a partir del siglo VII la presencia de hoplitas griegos está atestiguada para Palestina47
De las guerras de David, el texto de Samuel nos señala algunas contra los amalecitas por cuenta de los filisteos48; enfrentamientos con los herederos de Saúl, siendo David ya rey en Hebrón49; campaña contra los jebuseos: toma de Jerusalén50; rechace de los filisteos que lo atacan al ser coronado rey de Israel, del norte51; diversas campañas victoriosas contra filisteos, moabitas, edomitas, ammonitas y amalecitas52; se señalan también enfrentamiento con arameos de Siria, pero no parece probable un control de Soba y menos de Damasco53. Es llamativo que ya Saúl, el infortunado antecesor de David, hubiera también derrotado a Moab, Amón, Edom, los filisteos y los arameos de Soba54. Ya Garbini, hace veinte años55, se preguntaba sino sería este tipo de descripciones, muy al uso por cierto en las casas reales vecinas, un simple "topos" literario propagandístico que en el texto bíblico se adjudicaría a los reyes mientras fueran fieles a Yahvé. El historiador italiano hacía notar que los "valientes de David" sólo aparecían en los episodios de las guerras contra los filisteos y uno en particular, Benaías, contra Moab. La ausencia en los demás combates de estos "valientes" es un posible hito de falta de verosimilitud, de historicidad. Más cuando un texto como 2 Sm 7, 1 se afirma que conquistada Jerusalén:
El rey habitaba en su casa y Yahvé le había dado descanso de todos sus enemigos.
Además Finkelstein, citando a Nadav Na'aman, llama la atención de como la descripción de fuerzas masivas por ejemplo en los combates con los arameos de Siria56 recuerda mucho a los contingentes de Ajab en la batalla de Karkar en el 853 a.C.57
Quizás como resumen de David podría afirmarse que reinó sobre Judá y luego sobre Israel, entendiendo en este caso con bastante probabilidad tan sólo el territorio sobre el que reinó Saúl, es decir, Efraín-Benjamín al sur de Siquem, lo que vienen a defender tanto Finkelstein-Silberman como Liverani, en un posicionamiento medio entre maximalistas y minimalistas.
En cuanto a Salomón es posible que fuera ungido aún en vida de David y que luego tuviera que afrontar "sabiamente" los roces con candidatos tanto de la propia casa de David como de benjaminitas disconformes: destaquemos como posibles la ejecución del príncipe Adonías y del general Joab58. De que sus dominios iban como afirma el libro de los Reyes59 "de Egipto al Eufrates", sólo diremos que esto es sólo una manera de designar la provincia persa de la Transeufratina. El mismo texto bíblico se encarga de restringir el territorio salomónico al afirmar que a la muerte de David los arameos y los edomitas se independizaron60. Además con la excusa de las deudas con Jiram de Tiro se hace entrega a este de ciudades galileas61.
Un episodio de fuerte controversia es el de la boda de Salomón con una princesa egipcia y la dote de Gezer. Es extraño que siendo el acontecimiento de tanta importancia no haya nombres para el suegro o la esposa. La dote, por otra parte, era ridícula más cuando el propio historiador bíblico admite que el faraón la había conquistado y destruido, con lo que el rey judío tuvo que reconstruirla a sus expensas62. Des luego una pregunta queda en el aire: ¿cómo era que una ciudad situada a treinta kilómetros de Jerusalén quedaba fuera del reino judío? En cualquier caso la mayoría de los historiadores están de acuerdo en que no fue política de la monarquía egipcia casar princesas de sangre real con extranjeros y si casarse los faraones con princesas foráneas como parte de la política internacional de vasallaje o igualdad, esto último en casos de mujeres mitannias o hititas. Se podría aludir a la debilidad de la dinastía XXI, pero Pinedjem I fue muy poderoso a finales del siglo XI a.C., en paralelo al reinado de Saúl, y a mediados del siglo X el faraón Sheshonq, de la XXII, llegó a reinar ventiún años e hizo una expedición a Palestina, en el quinto año del reinado de Roboam, hijo de Salomón.
A ello se sumaron los historiadores, que, ante la falta de datos sobre la dinastía XXII, se atuvieron a la cronología bíblica, cuando los biblistas, por los mismos motivos que el deuteronomista también retrasaron la cronología de la expedición para salvar el prestigio de Salomón: elevaron la cronología del rey judío y bajaron el final de la dinastía XXII63 Para algunos, como Garbini, la invasión de Sheshonq fue en época salomónica, retraída por el historiador deuteronomista para no emborronar el glorioso reinado salomónico, mientras que para Liverani la expedición egipcia tuvo entre otras motivaciones acabar con la "fortaleza relativa" de la liga saulita en lo referente a la dirección de la campaña oeste-este al norte de Jerusalén y abrir más expectativas en el valle de Jezrael a sus aliados filisteos, lo que enlazaría con la derrota de Saúl en Gelboé. En cualquier caso no es probable que Salomón tuviera una mujer egipcia, hija de un faraón que quizás si no le derrotó, si le exigió fuerte tributo disuasorio, lo que la Biblia atribuye a Roboam.
Sobre el Salomón constructor podemos afirmar varias cosas. Primero, no hay testimonios arqueológicos que verifiquen no ya una posible existencia sino las características de estos, ya que la descripción bíblica hace pensar, más allá de modelos sirios y cananeos, en añadidos babilónicos en lo que respecta a los patios-vestíbulos del templo y a las apadanas persas en lo que atañe al palacio64. Segundo, en cuanto a las construcciones en Gezer, Azor y Meggido, habría que preguntarse, si se aceptase -lo que es cuestionable- que Salomón reinó sobre aquellas zonas, ¿cuál es el estrato salomónico? Para los más clásicos como Bright, Ben-Tor o Dever, las puertas en "doble E" de aquellas ciudades y algunos edificios de Meggido, como las llamadas "cuadras salomónicas", son del siglo X a.C., es decir, del rey Salomón y de la monarquía unida; para otros, sin embargo, como Garbini, Filkenstein o Liverani, estas estructuras arquitectónicas corresponden a estratos superiores, es decir, posteriores a Salomón: habría que situarlos en la dinastía de la "casa de Omrí", que reinó en Israel, entendido como "Reino del Norte"de 878-845 y, en el caso de las caballerizas, Finkelstein llega a retrotraerlas hasta la primera mitad del siglo VIII bajo Jeroboam II65. Y está es una discusión hoy por hoy abierta.
Sobre el comercio marítimo, junto con Jiram de Tiro, a partir del puerto de Eziongeber, cabe destacar que no hay restos arqueológicos en Palestina que nos den testimonio de este posible comercio ultramarino. En lo que respecta del comercio como intermediario de carros y caballos entre Siria-Cilicia y Egipto hay que contrastar dos versiones distintas que acaban por ir al mismo final: Salomón no fue intermediario de ningún comercio caballar, sino que este ocurrió más tarde. Por un lado, si aceptamos una cronología de debilidad egipcia, el país africano no estaría en condiciones de importar caballos, de los que siempre fue deficitario; por otro, tanto si aceptamos como si no un Egipto fuerte y dispuesto a comerciar para el siglo X, hay que confirmar que las ciudades sirio-hititas no estuvieron en condiciones de exportar ambas mercancías hasta los siglos IX y VIII a.C.66 Frente a esta opinión está la de que Egipto siempre tuvo una fuente equina en el sur kushita y que serían los asirios, a partir ya del IX, los demandantes de tal producto, lo que nos lleva de nuevo a los omritas o a Jeroboam II como posibles intermediarios.67
En resumen, aunque reconocemos que en el terreno arqueológico hay muchas espadas en alto, concluimos que con un reino pequeño, avasallado seguramente por Egipto, por las ciudades filisteas que seguían controlando las técnicas de explotación del hierro acerado, y por su propio "hermano del norte", la "casa de David" no tuvo, en el siglo X a.C., ni poder ni recursos para una gran monarquía unida de todos los israelitas. Esto no debió ser sino un sueño político-religioso que quizás se inició bajo Josías y perduró de algún modo en los ambientes post-exílicos, pero esa ya es otra Historia.
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1 Este trabajo ha sido llevado a cabo dentro del Proyecto de Investigación HUM 2004-0269/HIST del MEC y del Grupo de Investigación de Estudios Historiográficos (HUM 0394) de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Una primera redacción fue publicada como "Casa de David. Problemas entorno a la monarquía unida hebrea", en Baetica. Estudios de Arte, Geografía e Historia (Universidad de Málaga), 28, 2006, 2, 175-194.
2 W. G. Dever, "Histories and non-Histories of Ancient Israel: The Question of the United Monarchy", en J. Day (ed.), In Search of Pre-Exilic Israel, New York, 2006 (reedición de la original de 2004), 66-94: la cita en 66. También resume aquí la postura de los minimalistas y presta especial atención al trabajo de I. Finkelstein que veremos más adelante.
3 N. P. Lemche - T. L. Thompson "Did Biran Kill David? The Bible in the Light of Arqueology", JSOT 64, 1994, 3-22. Citas en 18 y 19. La respuesta bien razonada al enfado de Dever sobre la comparación de David con Arturo puede verse en D. Henige. "A War of Pots and Kettles: The Dubiuous Discourse of W. G. Dever", Scandinavian Journal of the Old Testament 20, 1, 2006, 77-95.
4 J. Bright, La Historia de Israel. Edición revisada y aumentada con introducción y apéndice de William P. Brown, Bilbao, 2003. Esta edición es la versión española de la cuarta edición inglesa del año 2000. La original fue editada en 1959, siendo reeditada y ampliada en 1972 y 1981. La cita de Brown está tomada del propio Bright, trabajo citado en la nota 1 de la Introducción.
5 J. Bright, op. cit., 251-252.
6 El texto asirio dice "En cuanto a Ezequías el judío, que no se había sometido a mi yugo, asedié (y) conquisté 44 de sus ciudades fuertes amuralladas e innumerables ciudades pequeñas de sus alrededores-- A él lo encerré en el interior de jerusalén, su real ciudad, como un pájaro enjaulado-- Al citado Ezequías le derribó el terrible resplandor de mi soberanía. Hizo llevar tras de mí al interior de Nínive, mi ciudad real a los Urbi y a sus soldados elegidos-- con 30 talentos de oro, 800 talentos de plata-- Envió su mensajero para pagar tributo y prestar vasallaje". Se debe comparar con 2 Re 19, 35 y con Hdto. 2, 141. W. G. Lambert, "Mesopotamian Sources and the Pre-Exilic Israel", en J. Day, op. cit., 352-365. Un importante debate sobre el episodio en cuestión en L. L. Grabbe, 'Bird in the Cage': The Invasion of Sennaquerib in 701 BCE., Sheffield, 2003. La posición de N. P. Lemche en "On the Problems of reconstructing Pre-Hellenistic Israelita (Palestinian) History", The Journal of Hebrew Scriptures 3, 2000, pars. 4.2.
7 J. A. Soggin, Nueva Historia de Israel, Bilbao, 1999, 62-63. La edición original italiana es de 1984: La edición de Bright que cita Soggin es la tercera, de 1981.
8 J. A. Soggin, op. cit., 58.
9 P. R. Davies, In Search of Ancient Israel, Sheffield, 1995.
10 P. R. Davies, " Whose History? Whose Israel? Whose Bible? Biblical Histories, Ancient and Modern", en L. L. Grabbe (ed.), Can a 'History of Israel' Be Written?, Sheffield, 1997, 104-122.
11 Ibidem, 104-105.
12 R. Caroll, "Madonna of Silences: Clio and the Bible", en L. L. Grabbe, op. cit., 1997, 84-103.
13 Aunque no nos parece éste el momento adecuado para exponer una opinión sobre la ecuación Israel/etnia, pueden verse al respecto en principio estos trabajos: I. Finkelstein - N. Silberman; La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados. Siglo XXI, Madrid, 2003 (cap. 4: "¿Quiénes eran los israelitas?"); W. G. Dever, Who were the Early Israelitas and were did they come from?. Cambridge, 2003 (cap. 11 "Who were the Early Israelites? Ethnicity and the Archaeological Records); S. Bloch-Smith, "The Israelite Ethnicity in Iron I: Archaeology Preserves what is Remenbered and What is Forgotten in Israel's History", Journal of Biblical Literature 122, 2003, 401-425; R. D. Miller II, "Identifying Earliest Israel", Bulletin of American School of Oriental Research 333, 2004, 55-68; A. Faust, Israel's Ethnogenesis (Settlement, Interaction, Expansion and Resistance. Equinox, London, 2006.
14 L. L. Grabbe (ed.), op. cit., 1997, 188-196. Posiciones minimalistas sobre la historia de Israel, además de la obra de Davies, ya mencionada, N. P. Lemche, "Is it Still Possible to Write a History of Ancient Israel?", Scandinavian Journal of Old Testament 8, 1994, 165-190; T. L. Thompson, Early History of the Israelite People, Leiden, 1992 y The Mythic Past, Nueva York, 1999. Posiciones críticas sobre el minimalismo pueden verse en la misma edición de J. Day, op. cit., además del artículo de Dever ya citado, el de E. Nicholson "Current 'Revisionism' and the Literature of the Old Testament", en 1-22 ; también en G. Athas, 'Minimalism': The Copenhagen School of Thought in Biblical Studies, Edited Transcript of Lecture, 3rd Ed., University of Sydney, 1999; J. Barr, History and ideology in the Old Testament. Biblical Studies at the End of Millenium, Oxford, 2000; V. P. D. Long - D. W. Baker And G. J. Wenham (eds.), Windows into Old Testament History. Evidence, Argument and Crisis of 'Biblical Israel' (Grand Rapids, MI: W. B. Eerdemans), 2002.
15 M. Noth, Überlieferungsgechichtliche Studien. Die sammelnden und bearbeitenden Geschichtswerke im Alten Testament, Halle, 1943. Tanto para la Historia deuteronomista como para la del Cronista, puede consultarse el excelente trabajo de A. González Lamadrid et alii, Historia, Narrativa, Apocalíptica, Introducción al Estudio de la Biblia, volumen 3b, Estella, 2003, de cuyo texto nos valemos para resumir la problemática del "deuteromismo histórico". Ver tb., P. Gibert, Los libros de Samuel y de los Reyes, de la leyenda a la historia, Cuadernos bíblicos 44, Estella, 1990; P. Buis, El libro de los Reyes, Cuadernos bíblicos 86, Estella, 1995. En este mismo sentido, el problema del valor primario o secundario de los dos libros de las Crónicas es menor, pues queda más nítida la reelaboración más tardía aún de esta fuente, seguramente un levita (mediados del siglo IV a.C.): cf. P. Abadie, El libro de las Crónicas, Cuadernos bíblicos 87, Estella, 1998; B. Toro Icaza, La historiografía del Antiguo Israel, Santiago de Chile, 2004.
16 Siguiendo a A. González Lamadrid, op. cit., 33-37. Ver tb. P. Sacchi, Historia del Judaísmo en la época del Segundo Templo, Madrid, 2004, 99-109; J. L. Sucre s. j. , Introducción al Antiguo Testamento, Estella, 1992
17 Is 40, 27.
18 Ez 12, 21-22.
19 Ibidem 37, 11.
20 A. González Lamadrid, op. cit., 30.
21 Tomado de J. L. Sicre, op. cit., 152.
22 H. W. Wolff, "Das Kerigma des deuteronomistischen Geschichtswerk", Zeischrift für alttestamentliche Wissenschaft 73, 1961, 176-186. G. Von Rad, "Die deuteronomistche Geschichtstheologie in den königsbüchern", Deuteronomium-Studien, Gottinga, 1947 (hay traducción al castellano en Estudios sobre el Antiguo Testamento, Salamanca 1975, 177-189).
23 De una secundariedad mayor serían las secciones siguientes de la Historia Cronista: Las figuras de Saúl y, especialmente, David: 1 Cr 10-16; el oráculo de Natán: 1 Cr 17; las guerras y el censo: 1 Cr 18-21; el legado cultual de David: 1 Cr 22-29; Salomón, constructor del Templo: 2 Cr 1-9; la división monárquica, Roboam: 2 Cr 10-12. No nos parecen útiles las referencias de Flavio Josefo, Antigüedades Judías, libros VI-VIII, por ser una paráfrasis, más o menos fiel, a la versión de la Septuaginta (biblia griega).
24 A. González Lamadrid, op. cit., 154 ss.
25 2 Sm 9-10 y 1 Re 1-2.
26 A. Gonzalez Lamadrid, op. cit., 155-156 y ns. 20 y 21, cita entre otros a E. Meyer y R. H. Pfeiffer.
27 Véase J. Barton, "Dating the 'Succession Narrative'", en J. Day, op.cit., 95-106: el autor defiende los episodios davídicos como lieteratura de oro hebrea pre-exílica.
28 F. Langlamet, "Pour ou contre Salomon?", RB 83, 1976, 481-528. Cf. otros artículos del mismo autor en RB entre 1976 y 1984.
29 J. Van Seters, In Search of History, Historiography in the Ancient Wold and the Origins of Biblical History, New Haven, 1983, 277 ss.
30 M. Liverani, Más Allá de la Biblia, Barcelona, 2004, 93-123 Está claro que por su contemporaneidad los autores de la edición de J. Day, op. cit., especialmente Barton, Dever y Lambert, no pudieron leer a tiempo esta excelente y controvertida monografía, pero un ejemplo de criticismo conservador lo podemos ver en la revisión de L. Mangolini en Episteme 8, 2004.
31 Que en el período anterior también la fragmentación era muy fuerte y los procesos de asimilación y rechazo están muy presentes, lo podemos ver por la necesidad de las continuas campañas de disuasión y prestigio de faraones como Tutmosis III y por la correspondencia de los príncipes palestinos con la corte de Akenatón: M. Liverani, op. cit., 3-34.
32 Tanto Génesis 34 (Jacob y sus hijos en Siquem), de redacción muy tardía, como Jueces 9, 1-6 (episodio de Abimelec), nos dan su versión particular de este proceso.
33 G. Garbini, Historia e ideología en el Israel Antiguo, Bellaterra-Barcelona, 2002 (la edición original italiana es de los años ochenta); véase en especial 43-55: "El Imperio de David".
34 I. Finkelstein - N. A. Silberman, La Biblia desenterrada--; véase especialmente 139-163: "¿Recuerdos de una Edad de Oro?"; también de los mismos autores, David y Salomón. En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental, Madrid, 2007 (edición inglesa de 2006). Dever, Histories and non-Histories of Ancient Israel--, dedica una sección de su trabajo a lo que él llama "El Factor Finkelstein" y se pregunta si es algo más que una moda. El contraataque en materia arqueológica es muy serio.
35 D. W. Jamieson-Drake, Scribes and Schools in Monarchic Judah: A Sociological Approach, Sheffield, 1991, 138-145; T. L. Thompson, op. cit., 1992, 313 y 332-333.
36 1 S 12, 13-17. La exigencia de una monarquía por parte del pueblo parece constituir un pecado, pero no indica que la institución en sí sea mala. De hecho se muestra como la última intervención salvífica de Dios en la historia de la salvación de Israel.
37 2 Sm 7.
38 1 Re 11, 4-8.
39 1 Re 11-13.
40 1 Re 11, 31-39.
41 1 Re 12, 25-30. El texto presupone, lo que es mucho suponer, que el Reino del Norte controlaba en época temprana a las tribus del norte en tierras galileas. También juega con el equívoco de las imágenes del toro (becerro de oro) que tanto eran el escabel de la presencia yahvista como la representación de Baal.
42 1 Re 13, 1-2 y 1 Re 14-16.
43 La publicación matriz es A. Biran - J. Naveh, "An Aramaic Stele Ffragment from Tel Dan", IEJ 43, 1993, 81-98; A. Lemaire, "Hebrew and West Semitic Inscription and Pre-Exilic Israel", en J. DAY, op. cit., 366-385. Algunos "minimalistas" ponen en cuestión la lectura más aceptada e ironizan sobre ella: véase, por ejemplo, el artículo citado anteriormente de N. P. Lemche - T. L. Thompson, que defienden una lectura distinta de BYTDWD como "casa del Amado"-- , posición tenida también como posible por K. Salibi, "Comments on Tell Dan Discoveries", The Ancient Near East Digest (15 december, 1993, Volume 01.. Number 038.a los que contestan G. A. Rendburg, "On the Writing BYTDWD in the Aramaic Inscription from Tel Dan", IEJ 45, 1995, 22-25 y G. Couturier, "Quelques observations sur le BYT DWD de la stèle aramèenne de Tel Dan", en P. M. M. Daviau - P. W. Wevers - M. Weigl (eds.), The World of the Aramaeans, II: Studies in History and Archaeolgy in Honour of Paul-Eugène Dion (JSOTSup. 325), Sheffield, 2001, 72-98. Véase el completo estudio de G. Athas, The Tel Dan Inscription. A Reappraisal and a New Interpretation (JSOTSup. 360), Sheffield, 2003. I. Finkelstein - N. A. Silberman, en David y Salomón. En busca de los reyes sagrados de la Biblia y de las raíces de la tradición occidental, Madrid, 2007, especialmente en 239-244, Apéndice 1, donde niegan los argumentos minimalistas. Algunos se preguntan si BYTDWD no es más bien un lugar, quizás algún sitio de Judá: ver F. H. Cryer, "On the Recently Discovered 'House of David' Inscription", Scandinavian Journal of the Old Testament 8, 1994, 3-19. Tanto A. Puech, "La stele arameene de Dan: Bar Hadad II et la coalition des Omrides et de la maison de David, RB 101, 1994, 215-241 (227 n 31), como A. Lemaire, House od David Restored in Moabite Inscription", BARev 20, 1994, 30-37, ven también "casa de David" en la estela de Mesha de Moab.
44 2 Re 9-10.
45 1 Sm 9-31. La teoría de que el reinado de Saúl fue paralelo al de David en Hebrón, en M. Liverani, op. cit., 105-110.
46 El texto bíblico enmarca el coronamiento de David en Hebrón ( 2 Sm 2) tras la muerte de Saúl.
47 Véase Finkeltein-Silberman, David y Salomón--., 166-177; 271-274.
48 1 Sm 30.
49 2 Sm 3-4.
50 2 Sm 5, 6-16.
51 2 Sm 5, 17.
52 2 Sm 8 y 10. En la guerra contra los ammonitas, se incluye el episodio, para muchos tardío, de Urías el hitita y su mujer Betsabé, como posible crítica antidávidica y antisalomónica.
53 2 Sm 8, 5-6 y 8, 12.
54 1 Sm 14, 17.
55 G. Garbini, op. cit., 47-48.
56 2 Sm 8, 3-6.
57 Finkelstein-Silberman, David y Salomón-- , 90.
58 1 Re 2.
59 1 Re 5, 1.
60 1 Re 11, 14-25.
61 1 Re 9, 11. El redactor cronista corrige a favor de Salomón: 2 Cr 8, 2.
62 1 Re 3, 1; 9, 16-17.
63 1 Re 14, 25-26. Hay testimonio egipcio de esta expedición en el templo de Karnak.
64 Véase una descripción clásica de los templos sirio-palestinos en A. Ben-Tor, La Arqueología del Antiguo Israel, Madrid, 2004 (versión hebrea e inglesa de 1992). Una visión más controvertida en M. Liverani, op. cit., 389-409.
65 J. S. Holladay jr., "The Stables of Ancient Israel: Functional Determinants of Stable Construction and the Interpretation o Pillared Building Remains of the Palestinian Iron Age", en L. T. Getary (ed.), The Archaeology of Jordan and other Studies, Berrien Springs, Mich., 1986, 103-165; Finkelstein-Silberman, David y Salomón--, 141-145.
66 S. Mazoni, "Gli stati siro-ittiti e l'età oscura: fattori geo-economici di uno sviluppo culturale", Egipto e Vicino Oriente 4, 1981, 322-323; P. S. ASH, David, Salomón and Egypt: A Reassessment, Sheffield, 1999.
67 Finkelstein-Silberman, David y Salomón--, 145-148, basándose en S. Dalley, " Foreing Chariotry and Cavalry in the Armies of Tiglathpileser III and Sargon II", Irak 47, 1985, 31-48; y L. A. Heidorn, "The Horses of Kush", Journal of Near Eastern Studies 56, 1997, 105-114.
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