Transoxiana 3 - Noviembre 2001 |
Habida cuenta el particular interés que en la actualidad despierta el fenómeno de los Talibán en Afganistán, como así también las acciones de la alianza anglo-estadounidense para "ajusticiar" (ya sea en los sentidos de "llevar a la justicia" o "aniquilar") a Osama Bin Laden y derrocar al régimen de Kabul (lo cual incluye destruir su poderío militar), el presente trabajo procurará presentar dos fenómenos de existencia anterior que guardan ciertas similitudes, a los efectos de establecer algunas comparaciones.
Por estos dos últimos fenómenos hago referencia a los Basmachi y los Mujahidín, que surgieron como consecuencia de hacer frente a la agresión militar de la Unión Soviética y se desarrollaron en las décadas de 1920 y 1980, respectivamente.
Debido a que tanto en la segunda y en la octava décadas del pasado siglo como en la actualidad (primera década del siglo XXI) pueblos del Asia Central tuvieron que tomar las armas para contrarrestar lo que ellos consideraron una "agresión occidental" (1), el título de este trabajo contempla tal percepción.
Asimismo, con este estudio de cómo los Basmachi y los Mujahidín combatieron en el teatro de operaciones centro-asiático, intentaré presentar un panorama de lo que las tropas de la alianza anglo-estadounidense podría encontrar ahora, en momentos en que el inicio de las operaciones terrestres sobre Afganistán está teniendo lugar (2).
Antes de concluir esta nota introductoria al trabajo, deseo aclarar una cuestión terminológica: dada la falta de acuerdo entre los geógrafos respecto a si Afganistán es parte integrante del Asia Occidental (comúnmente llamada Medio Oriente), del Asia Meridional (habitualmente llamado el Subcontinente Indio) o del Asia Central, a los efectos de este trabajo mantendré la definición que me parece más adecuada. Afganistán -por causas principalmente históricas, étnicas y culturales-, de aquí en más será reconocido como parte integrante de Asia Central (3).
Asimismo, el Asia Central será entendida como aquella región geográfica que se extiende, de Oeste a Este, entre el Mar Caspio y el Desierto de Takla Makan; y, de Norte a Sur, entre la Llanura de Siberia Occidental y los montes Elburz e Hindu Kush. Dicha región comprende (de Norte a Sur) los actuales estados de Kazajstán, Uzbekistán, Kirguizistán, Turkmenistán, Tayikistán y Afganistán.
La resistencia a la agresión por parte de los Basmachi
Unos sesenta años antes de la intervención del Ejército Rojo en Afganistán, tuvo lugar una campaña militar soviética en contra de la insurrección desatada en la región que los zares llamaron "el Turquestán Ruso". Aquí, los Basmachi (término que proviene del turco y hace referencia al verbo "atacar" -basmak-), se rebelaron contra la autoridad bolchevique, que intentó dar por tierra la independencia declarada por los protectorados de Khiva y Bukhara, la ciudad de Kokand y los pueblos del valle de Fergana luego de la caída del Zarismo.
Cabe destacar aquí que la adopción del término por los rebeldes obedeció a que los bolcheviques emplearon despectivamente al mismo (originariamente se lo utilizaba para describir a un "bandido"), lo cual le imprimió un sentido especial (dado que aquello considerado como peyorativo para los rusos fue tomado como honorífico por los centro-asiáticos) (4).
Pese a la realización de las proclamas de independencia mencionadas, en Tashkent un grupo proclive a la Revolución de Octubre estableció en 1918 un Soviet, desde el cual se propusieron imponer el Comunismo en el área circundante. A medida que sus efectivos avanzaban en dirección Sur, la tierra era arrasada, las parcelas más productivas y los animales expropiados y entregados a favor de los colonos rusos, y el trigo y el algodón requisados por la fuerza. Las tradiciones y ley islámica vigentes fueron abolidas y denigradas.
Ante semejante estado de cosas, un líder local -Madamín Bek- y un ex oficial zarista -Konstantin Monstrov- decidieron reunir fuerzas con el fin de rechazar la invasión Roja (5). Desde Afganistán, el monarca Amanullah Khan, quien estaba en su máximo apogeo por salir victorioso de una nueva guerra contra los británicos, envió 500 hombres. La asistencia del monarca tenía como ulterior objeto incorporar los territorios levantados contra la dominación soviética, en lo que sería una confederación turcomana dirigida por Afganistán (6).
Pese a los triunfos iniciales de los Basmachi, hacia 1920 tropas soviéticas reforzadas con Tártaros del Volga sobrepasaron sin resistencia la Transcaucasia (actuales Oeste de Uzbekistán y Centro de Turkmenistán) y arribaron a la guarnición de Tashkent. Desde allí se lanzaron -guiados por el Gral. Mikhail Frunze (7) - a la reconquista del Valle de Fergana.
Aunque los avances de los efectivos federales hizo pensar que pronto sobrevendría una definitiva derrota de los Basmachi, la muerte en circunstancias poco claras de Madamín-Bek (8), dio nuevas fuerzas a la resistencia anti-bolchevique (9). Hacia fines de 1920, la autoridad central soviética estableció las repúblicas populares de Khorez y de Bukhara, las que abarcaban los antiguos protectorados de Khiva y Bukhara, la ciudad de Kokand y la porción occidental del valle de Fergana. La decisión generó un mayor odio hacia los bolcheviques, dado que con la excusa de reorganizar el gobierno y la economía, los cargos y las mejores propiedades fueron a parar a manos de los rusos.
La guerra durante los dos años siguientes se tornó más virulenta, debiendo ser despachadas desde Tashkent casi una decena de divisiones suplementarias, las que -en algunos casos apoyadas por aviación y paracaidistas- tuvieron por misión aplastar definitivamente a los Basmachi. Sin embargo, a partir de mediados de la década del 20, un factor de origen extra-militar trajo aparejado lo que sería el fin de la resistencia Basmachi: la implementación del Nuevo Plan Económico de Lenín. El mismo, además de importantes inversiones (10) y redistribución de las tierras a favor de sus originales dueños, contempló el otorgamiento de garantías religiosas (11).
El hartazgo de la población tras los ocho años de guerra transcurridos se hizo evidente (a lo que quizás se le sumó la creencia en que la independencia sería imposible -dada la construcción en ciernes de la Unión Soviética-), habida cuenta que en el período 1925-1928 sólo se registran éxitos militares del Ejército Rojo. Los Basmachi, carentes de lo que fue inicialmente un irreductible apoyo de la población e inmersos en divergencias de comando según líneas étnicas, vieron gradualmente erosionada la asistencia en materia de hombres, armas, información, comida, ropa y medicinas. Al perder los rebeldes toda inciativa estratégica, hacia fines de la década de 1920 el Comunismo comenzó a consolidarse en el Turquestán.
A pesar del aplastante triunfo obtenido, la "Comisión del Turquestán" -que desde entonces tuvo en sus manos el control del Asia Central soviética- integró a sus filas como asesores a intelectuales y personalidades sociales de la región, con el fin de socavar todo sentimiento de que desde el Kremlin se intentaba sojuzgarlos.
En síntesis, la revolución bolchevique y las condiciones engendradas por la guerra proporcionaron a los pueblos centro-asiáticos una oportunidad para recuperar su independencia. La represión y las transformaciones del Soviet de Tashkent convirtieron la disensión pasiva original en activa resistencia armada.
El movimiento de los Basmachi se desarrolló entonces como reacción contra el estado de cosas, apoyándose en la población autóctona y desplegando tácticas guerrilleras consistentes en continuos golpes de mano destinados a hostigar y dejar exhausto al enemigo. También aquí fue crucial el aprovechamiento del terreno gracias al conocimiento que se tenía del mismo, y la existencia de un "santuario" en Afganistán.
La resistencia a la agresión por parte de los Mujahidín
Tras lo analizado en el anterior capítulo, podemos observar que la invasión soviética a Afganistán de diciembre de 1979 no fue la primera intervención del Kremlin en territorio centro-asiático.
Hacia mediados de 1978, Nur Mohammed Taraki, líder del Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), logró ser nombrado Primer Minstro, iniciando un programa de reformas sociales y económicas radicales inspiradas en su adhesión al Marxismo-leninismo, lo cual afectó la estructura tribal de la población. En materia social, tradiciones religiosas y tribales fueron denigradas, mientras que en lo económico se transfirieron tierras ricas a grupos afines en perjuicio del clero y otras personalidades (12).
Ante la creciente inquietud social, en septiembre de 1979 Hafizullah Amin apartó del poder a Taraki, si bien las medidas que adoptó fueron aún más severas: so pretexto de lanzar un programa "modernizador" de la sociedad, fueron abolidos los poderes tribales (13). Hacia diciembre de 1979, el 80% de las provincias se encontraban en abierta rebelión contra las autoridades de Kabul.
Más allá de preguntarnos hasta qué punto las administraciones de Taraki y Amin fueron parte de un plan para provocar la intervención soviética (el PDPA era una suerte de PC afgano, pese a su nombre diferente), lo cierto es que entre el 24 y el 27 de diciembre de 1979 efectivos militares de la Unión Soviética ingresaron a Afganistán por aire y tierra, arrestaron a Amin e instalaron a Babrak Karmal como Premier (14).
Al igual que en su momento (casi seis décadas atrás), Karmal anunció una serie de medidas de notoria similitud con aquellas de la "Comisión del Turquestán": garantías religiosas, reforma agraria, respeto por las tradiciones, beneficios económicos, incorporación de personalidades locales a instituciones gubernamentales (15), etc.. Sin embargo, como el país había sido lisa y llanamente invadido por una potencia extranjera (más específicamente los "diablos rojos" (16)), la reacción del pueblo afgano (en particular bajo la forma de los Mujahidín (17)) no se hizo esperar.
La reacción centro-asiática consistió en un primer momento en combinar atentados contra altos funcionarios de la ocupación y ataques (del tipo de emboscadas) contra contingentes e instalaciones soviéticas. De esta manera, se procuraba afectar la moral y la conducción del enemigo, destruir las líneas de abastecimiento y de comunicación, y dispersar las fuerzas hostiles. El centro de la resistencia se estableció al Norte de Kabul, más exactamente en el valle de Panjshir. Desde allí, aprovechando que se contaba con un refugio natural, se lanzaban importantes operaciones (18). Asimismo, la relevancia de este valle residía en ser confluencia de las rutas que unen el país de Norte a Sur (en este caso, las vías de comunicación entre el Asia Central soviética y la capital afgana).
Paquistán se convirtió en la principal fuente de refugio y de abastecimiento de los Mujahidín, lo que incluyó la entrega -a partir de mediados de los 80´s- por parte de los EE.UU. de armamento avanzado (como sucedió con los lanza-misiles portátiles tierra-aire Stinger, que privó al Ejército Rojo de la supremacía aérea) (19).
Además de operaciones de contra-insurgencia dirigidas a consolidar la ocupación, las fuerzas soviéticas debieron realizar campañas de propaganda no sólo destinadas a presentar las "bondades" del Comunismo, sino también a descalificar a los Mujahidín.
En cuanto a las operaciones antes mencionadas, los soviéticos inicialmente proveían apoyo aéreo al Ejército Afgano "leal", ocuparon los principales núcleos urbanos, protegían las vías de comunicación, forzaban a los insurgentes a retirarse a áreas aisladas, y efectuaban maniobras de bloqueo y destrucción de focos de resistencia. El grueso de sus efectivos era provenientes del Asia Central soviética, los que a los pocos meses de comenzada la invasión -tras observarse que eran reservistas mal entrenados y poco dispuestos a enfrentarse con un pueblo cercano étnica y religiosamente-, fueron reemplazados por hombres provenientes de las repúblicas socialistas federadas del Báltico (20) .
Los Talibán y su resistencia a los EE.UU. y al Reino Unido: enseñanzas de la historia
Al compararse los movimientos Basmachi de 1918-1928 con los Mujahidín de 1979-1988 y la actual situación en Afganistán, uno puede observar una serie de similitudes y diferencias que permiten arribar a una serie de conclusiones útiles para evaluar el futuro de las acciones anglo-estadounidenses en Afganistán.
Con respecto a las diferencias, las mismas son pocas, dado que aparentemente las autoridades militares del Ejército Rojo de los 80s habrían aprehendido debidamente la experiencia vivida sesenta años atrás. Desde ya, la evolución tecnológica en materia de armamentos benefició en gran medida el accionar de los soviéticos en Afganistán (se emplearon por vez primera helicópteros, blindados, tanques y armas químicas; mientras que la artillería y la aviación fueron más avanzadas), si bien en este caso la victoria militar no fue alcanzada.
Puede observarse que en la década de 1980 -a diferencia de lo acontecido antes- las fuerzas soviéticas antagonizaron a la población civil, mediante el saqueo y la destrucción de aldeas, la violación y el asesinato (hechos que el Gral. Frunze castigaba con la muerte).
En segundo término, el factor tiempo ha sido determinante a la hora de definir el éxito o la derrota (el mismo, cuanto más breve mejor). La prolongada permanencia en el territorio ocupado, de no ser acompañada por victorias militares y políticas (caso Ejército Rojo en el Turquestán), termina redundando en contraofensivas enemigas efectivas y triunfos del otro bando en la guerra por la captación de las almas (caso del Ejército Rojo en Afganistán).
En tercer lugar, mientras el Turquestán Ruso no constituía un Estado independiente, Afganistán era una república soberana, lo cual otorgaba a los Mujahidín un aliciente adicional (21) . En último término, los soviéticos de la década de 1980 no contaron con un "Nuevo Plan Económico" que desde lo extramilitar revirtiera los resultados bélicos (¿tendrá la alianza anglo-estadounidense un "Plan Marshall" para Afganistán?).
Antes de analizar las similitudes, cabe mencionar que a lo largo de su historia, los pueblos del Asia Central fueron reacios a aceptar la dominación proveniente del exterior. Aquí, junto a los rusos -ya sea zaristas o bolcheviques-, debemos incluir a persas, macedonios, turcos, árabes, mongoles y timúridas (¿qué dirán los libros de historia sobre la alianza anglo-estadounidense?).
En cuanto a los puntos en común, primeramente, la geografía de la región resultó un elemento a favor de aquel bando que mejor la conocía: pese a ser un área vasta, la población era escasa y solía encontrarse concentrada. Si bien los rebeldes podían refugiarse en montañas y zonas desérticas, el cerco de los núcleos habitados permitió asegurar el asfixio logístico del enemigo.
Asimismo, cabe destacar que en las dos rebeliones analizadas, la desaprensión de la potencia extranjera por la dimensión religiosa y cultural de los pueblos centro-asiáticos (más allá de sus derechos a la propiedad), resultó crucial a la hora de definir las lealtades. Para estos pueblos, el principal elemento de cohesión es la religión, de allí que la "jihad" (en su acepción negativa de "guerra al infiel") les haya dado la fortaleza para sobreponerse a un enemigo superiormente armado. No obstante, la diversidad étnica de la comunidad centro-asiática, redundó en un punto a favor de los "invasores" (dado el disenso que surgió en sus filas una vez que las acciones militares les fueron adversas).
Del mismo modo, mientras las fuerzas militares de la potencia extranjera no fueron superiores en número y estuvieron mejor pertrechadas, toda oferta de naturaleza política resultó intrascendente. A ello debe agregársele la relativa futilidad del empleo de unidades militares compuestas por grupos sociales ajenos al conflicto (en los 20s los Tártaros del Volga y en los 80s los bálticos), habida cuenta que sólo cuando elementos propios ingresaron al teatro de operaciones, la guerra tomó un giro favorable para la potencia extranjera (seguirá apoyándose la alianza anglo-estadounidense en la Alianza del Norte?).
El contar con un "santuario" en áreas vecinas (en el caso de los Basmachi en Afganistán, en el de los Mujahidín en Paquistán -¿y en el de los Talibán... también en Paquistán?-) facilitó que se les proporcionara a los rebeldes no sólo hombres y medios militares sino también apoyo moral y político.
La oferta de cargos -aunque fuese algo tardía y en la forma de asesores- a personalidades locales, permitió oponer al nacionalismo de raigambre religiosa un horizonte de autonomía, lo cual -si bien implicaba pasar a ser parte de un sistema extraño (22) - aseguró reducir notablemente la resistencia local.
Otra medida de índole política ha sido la búsqueda de pacificación y de adeptos mediante campañas de propaganda. Las mismas, si bien se basaban en contenidos muy elementales (realzar las aparentes virtudes propias y descalificar al enemigo), permitían avanzar en la guerra por la captación de las almas.
A modo de conclusión, puede aseverarse que si bien cada circunstancia presenta sus propias particularidades, la historia nos brinda una serie de lecciones tal como lo evidencia la repetida experiencia soviética en el Asia Central. La toma de conciencia de las mismas por parte de la alianza anglo-estadounidense, como así también la búsqueda de soluciones superadoras, constituyen un desafío para los estrategas occidentales. De seguro, el transcurrir de las semanas nos indicará hasta qué punto se han considerado las enseñanzas de la historia, si bien la principal aspiración del mundo en estos tiempos es que se alcance la paz dentro de un marco justo.
Notas (para volver al texto presione <-- en su navegador)
Para el caso de los Talibán, basta leer algunas de las declaraciones de su líder espiritual, el mullah Mohammed Omar, de las últimas dos semanas. En el caso de los Basmachi y los Mujahidín, ver Rywkin, Michael: Moscows Muslim Challenge: Soviet Central Asia (New York: M. E. Sharpe Inc., 1982), p. 4.
El presente escrito está siendo elaborado en la tercera semana de octubre de 2001.
Esta falta de acuerdo en la definición se observa, entre otros, en Mayhew, B., Richard Plunkett y Simon Richmond (eds.): Central Asia (Melbourne: Lonely Planet, 2000), p. 4; Menon Rajan, Yuri E. Fedorov & Ghia Nodia: Russia, The Caucasus and Central Asia (New York: M. E. Sharpe, 2000), p. 2; y Yamamoto, Yoshinobu: Globalism, Regionalism And Nationalism: Asia In Search Of Its Role In The 21st Century (Oxford, UK: Blackwell, 1999), p. 1.
Bacon, Elizabeth: Central Asia Under Russian Rule (Ithaca, NY: Cornell Univ. Press, 1966), p. 32.
Allworth, Edward: Central Asia: A Century of Russian Rule (New York: Columbia Univ. Press., 1967), pp. 12-13.
Bacon, Elizabeth, op. cit., pp. 24-26.
Del cual tomó el nombre la capital de la antigua República Socialista Soviética Federada de Kirguizia.
Para las comunidades del Valle de Fergana, el líder local fue asesinado por los rusos rojos, ante sus negativa de rendición, luego de infructuosas tentativas de negociación para poner fin a los enfrentamientos. No obstante, las autoridades de Tashkent anunciaron que, antes las dispares opiniones de los jefes comunales, Madamín-Bek fue muerto por Kushirmat como consecuencia de la rotunda negativa del segundo a toda posibilidad de negociación.
Rywkin,Michael, op. cit., pp. 36-37.
Ellas consistieron en obras de riego, crédito barato y entrega de semillas y herramientas.
Allworth, Edward, op. cit., p. 248-251.
Monks, Alfred L.: The Soviet Intervention in Afghanistan (Washington DC: American Enterprise Institute for the Public, 1981), pp. 15-16.
Hutcheson, John: "Política de Destrucción Total: los Soviéticos en Afganistán", Military Review (mayo de 1982), p. 54.
Monks, Alfred L., op. cit., p. 17.
Incluso fue establecido un "Frente Nacional de la Patria", que -a los efectos de restar poder a la dirigencia tribal- procuraba reunir en su seno a dirigentes económicos, culturales y religiosos.
Klass, Rosanne: "Situación en Afganistán" Declaración ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU. -Segunda Sesión del 97mo Congreso- (Washington DC: Biblioteca del Congreso, marzo de 1982), pp. 76-77.
Palabra que en árabe significa "neutro" y toma el sentido de "el que se aparta y establece un límite".
Hutcheson, John, op. cit., p. 43.
Cooley, John K.: Unholy Wars (London: Pluto Press, 1999), pp. 60, 93 y 110.
Ibid., pp. 35-36.
Si bien con toda razón podría argumentarse que los Basmachi peleaban por su independencia, lo cual es análogo a lo sucedido en Afganistán.
E incluso hostil, si observamos que en los casos de los Basmachi y de los Mujahidín significaba ser parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.